Belicia es testigo de los trastornos de Tomás cuando duerme, así sean de día tomando la siesta o de noche, por lo que sólo es cuestión de tiempo para preguntarle sobre el tema. Y en un punto antes del amanecer, cuando están esperando a que la radio indique otro acto criminal, arriba del carro y cenando unos tacos de carne asada, le suelta la pregunta indiscreta, o mejor dicho, las preguntas.
- Dime Tomás ¿cuál es el motivo de que tu no seas cómo los demás policías?- Cada uno de nosotros somos el resultado de lo que algún día deseamos, todos a los que ves ahora cantándole a la muerte, eso es lo que cosecharán; muerte. No importa de qué lado de la ley estén. No todos los policías son buenos y no todos los delincuentes son malos y es porque los actos nos definen y al final terminan siendo lo que hacen, no lo que quieren ser. Yo quise ser el mejor a base de mi trabajo, pero no en base a hacer correcto el trabajo. Los sobornos son muy buenos cuando ambas partes cooperan, lo único que hay que hacer es no hacer nada, y si de vez en cuando detienes a alguien que anda en malos pasos, dices que es un pez gordo y cayas por un tiempo a la prensa. Antes era más fácil pues toda la prensa estaba controlada por el gobierno, bueno, ahora también pero no por completo, hay diarios independientes que navegan según las empresas que publican en sus páginas. Mi primer acercamiento a la sociedad civil como policía se dio en una conferencia sobre criminología a la cual estuve invitado, yo tenía diez años de casado y tres que había enviudado e igual edad tenía mi hijo el mayor, con 13 y el que le sigue tenía seis. En esos tres años no me permití estar con ninguna mujer, no podía dejar que me vieran deprimido, sobre todo mis hijos, me tenían que ver fuerte. Mi madre me ayudó a cuidarlos mientras yo trabajaba todo el día. Ese día, saliendo de la conferencia se me acercó una chica, me dijo que de grande le interesaba estudiar criminología.
- ¿Esa conferencia fue en la universidad?- pregunta Belicia con una mirada profunda, advirtiendo lo que le contestaría Tomás.
- No, esa conferencia fue en una preparatoria y la niña que se me acercó estaba en tercer semestre, acabaditos de cumplir los 16 años. Esta chiquilla me platicaba con gran emoción el interés sobre mi trabajo. Fue inevitable sentirme emocionado yo también, nadie, aparte de mi esposa, que esté descansando en paz, se había interesado en mi o en algo que yo hiciera. Así que me puse en contacto con ella para acompañarme con los forenses y pueda experimentar el trabajo de campo. La llevé varias veces al laboratorio para que se familiarizara con el protocolo de investigación. Ella siempre se dirigía a mi con gran entusiasmo y cuando me veía se dibujaba una tierna sonrisa en su rostro, fue tanto lo que convivimos y en el tema que más me gusta, que la llegué a apreciar de más, ahora no sólo me acompañaba a trabajar si no, veíamos películas juntos, íbamos al cine, a comer y platicábamos horas y horas por teléfono.
-Parece como un cuento romántico.
- Si, en verdad así parece. Pues para mí lo fue. Un día me acompañó a una diligencia, no nos tardamos mucho en la escena pero aun así, la llevé tarde a su casa, al llegar la puerta estaba cerrada y no podía entrar, se despidió de mí con un beso en la mejilla que rozó los labios. Me perdí en ese momento, la mente me comenzó a hacer malas jugadas, esos labios que me parecieron tocar no fueron los de una niña sino, más bien, los de una mujer. Carnosos y de consistencia muy agradable, te repito, no son los labios de una niña. Ella se asomó por la cerca de su casa para ver si ya le iban a abrir pero no se vio que saliera alguien, se vuelve a meter al carro y, por obvias razones yo me quedé esperando hasta que estuviera segura dentro de su casa, a lo lejos se oye que la puerta de la casa se abre y sale su papá para dejarla pasar, ella se vuelve a despedir de la misma manera, esta vez más cercano a los labios que a la mejilla. La primera vez pensé en que debió ser por accidente pero, ya dos veces, mi mente me dijo que fue adrede. Todo el camino a la casa me fui pensando en cada paso, aun sentía los besos que me dio, en los labios que me besaron y en la sonrisa que me obsequia todos los días que nos vemos. En ese momento cambió de ser una niña a una mujer, cuando menos para mis ojos.- ¿Y se lo dijiste?
- Si, pero no fue sencillo. Primero tuve que pasar por una crisis existencial, he arrastrado una vida de pena y dolor, ella tenía 16 y yo pasaba los 35. En verdad necesitaba de una mujer pero no quise aceptarlo, ella hizo olvidarme de mi condición, el de no querer ni necesitar una relación. Creo entonces, ella es importante para mí, supuse. Dentro de mi mente se aparecieron dos personajes, un demonio y un ángel. Uno me dijo detente, es una niña, que especie de vida le darías, esos besos fueron por accidente, estaba muy oscuro y no se dio cuenta de lo que hizo, piensa bien las cosas. El otro me dijo: "Que tal si ella está esperando algo de esto, una respuesta sobre esta noche, a mi me pareció que no fue accidente, una vez pudo ser accidente, pero la segunda ya es por elección, ella te está diciendo que actúes, te estas viendo lento". Nada que venga del amor puede resultar en algo malo. Meditaba cada punto, cada quien parecía tener razón cuando exponen su argumento, esto se ha vuelto en una cruel maldición, es mucha la tentación que en ella anida, he perdido mi identidad para volverme esclavo de mi pasión. Mi mente repite como un eco que no se extingue; ¡la vida sigue, deja que el momento decida y aprovecha la ocasión!
- Y… A quién le hiciste caso… ¿al demonio? Él te fue quien te convenció de que le dijeras.
- No, caso curioso, el Ángel fue el que me animó a tratar algo con ella, el demonio fue quien me decía que me alejara. En mi cabeza fue el rostro más hermoso el que me dijo ¡hazlo!, mis sueños fueron igual, ese fue mi deseo, o el deseo que yo quería que fuera realidad. Como todo hombre que está invadido por el amor, me comencé a comportar como tonto, bueno, un poco atarantado, nada que no pudiera solucionar pero, me refiero a que ya no fui el tipo maduro que me distinguió por mucho tiempo.Una noche me tomé un par de cerveza, ahí mismo juré que nunca le diría nada, ni una palabra del tema, pero no fue así, a la primer oportunidad le dije lo bella que es y lo mucho que me gusta, le pregunté si tiene novio y su respuesta fue negativa, ya lo sabía, pero quería que ella me lo dijera, entonces le propuse que, si para los 18 años seguía soltera sería mi turno para salir con ella. Sólo me mencionó lo loco que estoy, nada fuera de lo común, -sonríe- de ahí en adelante me comporté como un pretendiente, si, no cumplí eso de esperar hasta los 18 tampoco. Ella no me evitaba en nada, así que asumí que le gustó la idea. Regularmente hacíamos las mismas cosas que antes pero con la diferencia que le daba detalles: Chocolates, flores pequeñas, íbamos a cenar mas seguido y esas cosas que hacen los novios. Por un momento en la calle eso pensaban, que éramos pareja pero ella siempre dijo que no, aunque por teléfono era la que me hablaba a mi para que fuera a su casa, a visitarla o porque se había quedado sola. En una de esas ocasiones me recibió en pantaloncillos de esos que usan en el gimnasio, le quedaban hermosos, ajustados, se notaba todo su potencial; hermosa ella, su carácter, su cara y su cuerpo, ¿qué más podía pedir?
- ¿Y qué pasó?
- Ese día la tomé en mis brazos, la acosté en el sillón y exploré todo su cuerpo con mis manos, sentí el respiro en cada poro de su piel, tapando cada uno de ellos con los más deseados besos. Ella acariciaba mi rostro. Al fin mis labios se encontraron con los de ella. Se quitó la blusa, yo le quite lo demás, ¡todo lo demás!... me bañé con su aliento, sus lágrimas y su mirada. Las manos tiernas, cariñosas que me tocaron con pena. Sus piernas simularon las alas de una tierna paloma, me rodeaban y sentí en cada aleteo que fueron sólo mías. No podíamos durar mucho, en cualquier momento llegaría su papá así que trate de ser rápido pero efectivo. Una vez que terminamos nos despedimos y me fui a mi casa.
- Te has de haber sentido soñado de ahí en adelante... ¡puerco!
- Pues no, a la mañana siguiente dos de mis compañeros me despertaron, tocaron fuerte la puerta principal y cuando abrí me explicaron el problema. Me acusó de violación. Al principio pensé me están jugando una broma, pero cuando llegué al juzgado y la vi, estaba golpeada, aún tenía sangre en su rostro, moretones en todo el cuerpo, ¡yo no pude haber hecho esto! me repetía una y otra vez, quería verla de cerca pero no pude, estaba totalmente ultrajada y dijeron que fui yo. Creo que no es necesario explicar que el juicio no fue imparcial, el juez me recomendó que fuera con un psicoanalista para tratarme y eso hice. Lo que más me impactó es que en la hoja médica la describieron muy mal por todo lo que le hice, fue un milagro que estuviera viva. Lo peor es que no recuerdo nada.Yo hubiera dado la vida por ella, no se qué circunstancias tuvieron que pasar para actuar de esa manera.
- ¿Cómo te sentiste?
- Fatal - comienzan a salir lágrimas, toda su cara se ruboriza- me quería morir, durante un buen tiempo no me afeitaba, no me peinaba, no tenía control sobre mi aseo personal, comencé a romper el acuerdo de los sobornos e investigaba hasta las últimas consecuencias los crímenes en que veían involucrados narcos, quería provocarlos y que me mataran, pero de alguna manera nunca lo hicieron, sólo me cambiaron de departamento un par de veces para a donde no causara problemas pero, sólo fue cuestión de tiempo para hacer bien las cosas y provocar malestares y, de nuevo otro departamento al cual servir. El psicólogo me mandó con el psiquiatra y fue él quien me dio un tratamiento a base de calmantes.
- ¿Es por eso que te quedaste del bando bueno?- He meditado mi existencia, no puedo remendar las cosas que hice, mucho menos puedo recuperar el tiempo que dejé solos a mis hijos, mi vida era actuar a puro instinto, no vivía la realidad fui un sonámbulo, a cada paso me imaginé una utopía de mi vida, este mundo es muy voluble y el intentar comprenderlo me llevó a la locura. Quise encontrarme con mi religión, en cada meditación grité -¡Oh, señor!-, y le expliqué mi renuncia a seguir intentando, -“estoy lleno de contradicción, ya no se distinguir entre el bien y el mal”-. Me integre a grupos eclesiásticos y sólo encontré a una iglesia que peca de convenenciera. He tratado de estar en gracia con Dios pero parece que lo hace adrede, me ha dado una vida muy larga, las tentaciones son muchas y la carne es débil.
En
el rostro de Belicia rebota la luz de las luminarias que alumbran la calle
- A finales de la segunda guerra mundial, este lado del mundo, en específico en América, se llevó a cabo una infinidad de experimentos con drogas para crear un súper soldado, estos experimentos comenzaron con Estados Unidos pero, al ver que afectaban directamente con su población, México se ofreció para llevarlos a cabo, cobrando evidentemente por hacerlos y los resultados compartirlos con los EU. Llegando la década de los 80’s se clasificaron a los policías para integrarlos al proyecto todo ellos dependiendo de su temperamento o traumas psicológicos. fueron canalizados al cuartel militar de la zona para comenzar con las investigaciones. Creo que a ti te pasó algo similar.- Ahora que lo mencionas -dice Tomás- los psiquiatras que me consultaban son militares.- Creo que fuiste parte de ese proyecto, te administraron drogas experimentales y es por eso que te pasó eso con la niña que me platicaste.
Tomás está asombrado, nunca había asociado lo sucedido con los
militarescon la chica, aunque las dos cosas fueron sucesos muy extraños cada
uno en particular.
Belicia le explica la importancia de encontrar a “Pancho”, en un momento
de franqueza le platica con respecto a los planes de localizar a este
personaje.
- Todo lo que ves en este momento ya sucedió, para mi tu representas el pasado, sólo vengo a ser oyente en tu búsqueda, no intervengo en muchas cosas. Vengo de un futuro lejano que necesita de este individuo para subsistir, sólo vengo a reclamar algo que no es de esta época.
Un silencio invadió el lugar, sólo se ven el uno al otro e
intempestivamente Tomás suelta la carcajada, ríe y hace notar que sólo bastó un
momento para creerse lo que Belicia dijo.
- No te preocupes, no tienes que inventar esas cosas para sentirte segura, ya puedo controlar mis actos, aparte que para apaciguar mis inquietudes sexuales tengo a “mi detalle” en el bar, ya la conociste.
Ahora
la situación es un poco incómoda, Belicia es muy bella, es mujer y no puede
dejar de pensar en que puede provocar a Tomás. Decide confiar en él, al fin de
cuentas sólo quiere encontrar a “Pancho” y ya.
Por
otra parte Tomás no puede evitar ver a Belicia como una entidad de tentación,
como ya ha caído antes imprime mayor su fuerza de voluntad y se distrae
hablando por teléfono a sus contactos en la calle, se pone a ver la lista del
periódico de los liberados y tacha a los que estás muertos ya, ejecutados por
“Pancho”.
Uno
de los “soplones” le indica que dos de los nombre que le dio están en la
ciudad, cerca y con mucho dinero y están dispuestos a gastar. Le da los
detalles sobre dónde los puede encontrar.
Enseguida le comunica a Belicia sólo que
ella requiere ir a su casa base, dónde se había estado quedando antes de
contactar con Tomás. La base es la casa parroquial de la rectoría en honor a
Santa Sofía, erigida en honor a la sabiduría, dentro de los anaqueles de esta
parroquia están los libros de San Agustín, el santo más sabio de la grey
Católica. Una vez que llegaron, Tomás pide que le abran el templo, este se
encuentra cerrado por ser horario nocturno, pero Belicia conoce al párroco de
ahí pues, ahí mismo se reúne el grupo que solicita la presencia de Púas, ahora
conocido como Pancho entre ellos.
Tomás
pasa por el altar y llega al sagrario, ahí se hinca y comienza a orar.
- Señor-comienza su rezo viendo directo al sagrario-te hablo desde la fría celda de mi cuerpo, esperando oír las campanadas de la muerte paraejecutar tu orden, reflexiono sobre mi vida y se que no queda mucho tiempo, el esqueleto de mi armario ha salido, me persigue y se que no me queda mucho tiempo. ¿Soñar? Mientras pueda, pasar una vida de soledad, años de vacío, desperdiciando un amor, por conseguir caricias baratas. Nunca pude convertirme en el hombre honesto que prometí ser, pero lo intenté con todo mi corazón. Siento que el tiempo se termina y no tuve la oportunidad de remendar todo lo malo que hice, aunque la inconciencia actuó por mí, los actos tienen mi rostro y la víctima esa imagen. No me hagas caer de nuevo, no me mandes otra tentación de esa manera, pues haz notado que soy débil.
Una voz dulce, tierna y bondadosa de
mujer que sólo escucha en su cabeza, interrumpe su oración. –No te sientas
desesperado, la serenidad ha llegado, te llevaré a un lugar tranquilo donde
descansarás y nadie te podrá ver, el dolor desaparece poco a poco y tus
sentidos se adormecen, no tengas miedo a ese lugar, ¡yo ya estoy allá! La
belleza que encontrarás detrás del silencio es indescriptible.
-Yo estoy tan solo, mi hogar es todo lo que hay dentro de mi cabeza, poco puede ser lo que me enseñes para poder estar tranquilo -Empuña su mano y se muerde un nudillo, como presintiendo lo que está por suceder-
Se
oyen pasos detrás de él, se le eriza la piel y no quiere voltear, cada vez los
siente más cerca. El eco que genera la acústica del templo advierte su
presencia con sonidos que no parecen de este mundo, son dos pares de pisadas,
cada una de ellas distinta a la otra. Desde que comenzó a oír las pisadas se le
han cerrado los ojos, ahora trata de abrirlos pero no puede, una lágrima se le
escapa y siente que a su lado, en la misma banca, cae alguien de rodillas a su
lado y le habla.
- Te traigo un regalo –le dice una voz fémina, le pone una bala en la mano y la observa, es de oro y tiene su nombre grabado.- Cierra los ojos y desapareceremos –sigue la voz en su mente- la salvación no está dentro de tu cabeza, ahora retornaremos a la serenidad, por la eternidad.
Dentro de la casa parroquial se encuentra el Padre y Belicia, son interrumpidos en su plática por un disparo que proviene desde dentro del templo, van corriendo y ven a Tomás tirado en un inmenso charco de sangre, en una mano la bala obsequiada por la dama y en la otra una cruz clavada en la piel.
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