domingo, 11 de agosto de 2019

Pescando Gaviotas


 

    Googles puestos, un par de bolsas con arena amarradas a la cintura, mangera larga, un extremo la muerdo firme y el otro está fuera del agua atorada con unas piedras.
    Camino torpemente por la orilla de la playa hasta llegar donde la marea tapa mis hombros. Doy una bocanada, veo que sí puedo respirar y me sumerjo.
    Nado boca arriba a 20 centímetros de la superficie, saco de mi bolsa pequeños peces que uso de carnada, me dispongo a pescar gaviotas, pero estas no se acercan, cuando menos no como otras veces.
    Siento que algo toca mi hombro derecho, ya me habían advertido que en esa zona vieron tiburones, pero supuse que fueron alucinaciones de una histeria colectiva por los recientes accidentes que ha habido. Yo estoy casi en la orilla.
    Me paralizo y no puedo voltear, siento el contacto ahora por la espalda, cierro los ojos y sólo espero la inminente sacudida a la cual seré objeto.
    Ya pasaron 5 minutos, abro un ojo seguido del otro, frente a mi y por fuera del agua veo el rostro de un anciano observándome fijamente y con una sonrisa de oreja a oreja, me ayuda a incorporarme y mientras lo hizo me dice:

    - ¡¿Te asusté?!