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domingo, 11 de agosto de 2019

Pescando Gaviotas


 

    Googles puestos, un par de bolsas con arena amarradas a la cintura, mangera larga, un extremo la muerdo firme y el otro está fuera del agua atorada con unas piedras.
    Camino torpemente por la orilla de la playa hasta llegar donde la marea tapa mis hombros. Doy una bocanada, veo que sí puedo respirar y me sumerjo.
    Nado boca arriba a 20 centímetros de la superficie, saco de mi bolsa pequeños peces que uso de carnada, me dispongo a pescar gaviotas, pero estas no se acercan, cuando menos no como otras veces.
    Siento que algo toca mi hombro derecho, ya me habían advertido que en esa zona vieron tiburones, pero supuse que fueron alucinaciones de una histeria colectiva por los recientes accidentes que ha habido. Yo estoy casi en la orilla.
    Me paralizo y no puedo voltear, siento el contacto ahora por la espalda, cierro los ojos y sólo espero la inminente sacudida a la cual seré objeto.
    Ya pasaron 5 minutos, abro un ojo seguido del otro, frente a mi y por fuera del agua veo el rostro de un anciano observándome fijamente y con una sonrisa de oreja a oreja, me ayuda a incorporarme y mientras lo hizo me dice:

    - ¡¿Te asusté?!

martes, 30 de julio de 2019

Cáscara (cuento)


 

    Caminando por la banqueta esquivando los charcos, zapatos viejos y rotos. Gort, tipo viejo, cara con arrugas muy marcadas de tez morena y en su cara reflejaba el cansancio de la vida, vestimenta estilo militar. Se acerca a la parada de camiones, la noche es fría, oscura y húmeda, acaba de terminar una ligera llovizna y en la calle hay charcos de agua estancada, esto por la mala calidad del alcantarillado pluvial.

    En la pared, por detrás de quienes en este sitio se juntan a esperar el transporte urbano se observa un letrero de neón grande y luminoso, aunque con fallas, invitando a consumir cigarros vitamínicos la presentación que ahí se promociona es de "Complejo B; las mejores vitaminas ahora para fumar" rezaba el letrero.

    
Gort se aleja de la gente, parece tenerles pánico, constantemente voltea a su espalda, en momentos se queda viendo fijo a la oscuridad y se tapa con el gorro de la sudadera la cabeza, parece que le preocupa algo mas que el que el transporte público, a e´l no se le ha mojado el rostro o el cabello. El camión llegó, Gort no se mueve a él hasta que está en alto total. Toda la gente sube al camión, Gort es el ultimo, pero aun así alcanza asiento.

    De su bolsillo trasero saca una tarjeta y la pasa por un dispositivo que marca el precio con la leyenda de "Pagado", la plumilla de la entrada se levanta y camina hasta su lugar. El camión está iluminado con luz blanca, de esa que a la primera exposición hace que te duelan los ojos, pero no le hace mella Él camina hasta un sillón, se sienta. Observa a su alrededor, los pasajeros son en su mayoría estudiantes de secundaria, éstos se le quedan viendo.

    El camión termina su ruta recorriendo un camino que duró por espacio de quince minutos, el clima empeora, la pequeña llovizna se convirtió en aguacero y 
Gort no quería bajar. El chofer le indica que es el ultimo y tiene que bajar, el Tipo no quiere, se rehúsa a hacerlo.

    El encargado del transporte camina hasta 
Gort y lo toma de un brazo, le da un par de puñetazos en el rostro y lo baja por la fuerza. Gort cae al suelo y queda empapado en la banqueta y desde el interior de su cuerpo comienza a salir humo y chispas que van quemando la ropa que trae puesta. La piel se va derritiendo como plástico en la lumbre y deja ver poco a poco el esqueleto lleno de cables de cobre y chips fundidos. La gente hizo un circulo alrededor de Gort y vio todo atenta, al final del espectáculo tomó sus pertenencias y se fue del lugar indiferente para continuar con su vida.

    A lo lejos se oye venir un camión recolector de basura, en él hay unas bocinas externas con melodías de Mozart tocadas el estilo electrónico. Dentro de la cabina, al Chofer le indican por la radio frecuencia que uno de los autómatas cosechadores sufrió un desperfecto. El copiloto de la unidad murmura:


     -¿Por que vienen si ya saben que no se tienen que mezclar entre nosotros?
    La noche es más oscura y al camión lo ilumina un arbotante, la lluvia arrecia y solo se aprecia a lo lejos a contra luz la silueta del camión recolector y al lado dos tipo levantando con palas los restos de Gort que al principio de la noche tomo el camión con la esperanza de llegar a su hogar.
    

martes, 23 de julio de 2019

Inestable (Sinopsis)

  

 ...Y así el sol iluminó nuestros rostros, tu tan pálida y yo oscuro, iluminados al fin.
   Compartiendo las mismas dolencias y sufrimiento; calamidades provocadas por otras almas. Yo tan roto, tu tan descosida, nos arreglamos los dos.
    Bajo la migraña de una esperanza perdida, la que le da a quienes su corazón solo bombea, pero no late, llegaste sorpresiva trayendo entre tu vestidura bruma tersa y compañía sanadora.
   Al principio renuente yo, insistente tú; objetivo alcanzado al revelarse tu dolor. De ser amenaza fuiste confidente, grande y valiosa mujer. Secuestramos nuestros corazones, con agradable lucha nos los compartíamos cada noche auspiciados bajo el rol del "no me importa", pero extasiados ante nuestra acción picaresca y hecha sin malicia como un niño animado a su travesura; la nuestra, totalmente secreta.

    La esencia de cada quien se transformó, la tuya en rechazo, la mía en posesión; insatisfechos los dos por no empatar con la misma búsqueda. Los miedos escaparon donde se guardaban y regresaron para cortarnos la constancia y enfermar nuestra confusa relación de amigos, novios o amantes; al fin relación.

miércoles, 17 de julio de 2019

Revolución sin piedras


    El carruaje va lento y es mas bajo a diferencia de los demás, este no es jalado por caballos, en cambio, en el baúl de enfrente tiene una máquina que echa humo, eso lo hace avanzar. El carro es negro, parece un ataúd con ruedas. No me gusta, es muy ruidoso. No tiene techo, dicen que los que si lo tienen son mas caros, si embargo a mi Tío, dueño de este carro, le gusta ser observado manejando, por las jovencitas del pueblo.
    Mi madre recién enviudó, nos dirigimos a vivir con el tío Pelagio, hermano de mi padre y dueño de la hacienda agrícola, esta se extienden por mas de 50 kilómetros a la redonda, una vez llegando, el chofer estaciona el carro.
    Nosotros venimos de un pueblo humilde y no estamos acostumbrados a los lujos ni a los modales. Intenté abrir la puerta del vehículo para ser el primero en saludar al Tío. Mi madre me detuvo en el acto.
   - La puerta es asunto del chofer, si la abres le faltas al respeto.
   Mi madre se ha preocupado por educarme adecuadamente en los códigos de etiqueta y tengo que hacer lo que ella sugiere. 
   La primera en bajar es mi tía Alicia, ella es muy agradable y está siempre de buen humor, me cae muy bien, menos cuando me pellizcara en los cachetes al saludar. Siempre viste con atuendos hermosos. Hoy lleva uno blanco y la falda mida casi dos metros de circunferencia, creo.
    - Gracias, Jaime. Le dice al chofer mientras sostiene la portezuela del carro.
Mi madre repite lo mismo y cuando es mi turno en bajar, le pregunto por mi tío Pelagio.
   Jaime, el chofer, tiene una cara muy estirada y aunque su rostro parezca estar viendo al cielo, sus ojos están al pendiente a todo lo que sucede al su alrededor.
   - Salió, señorito, parece que hubo problemas en la capital.
   La hacienda es grandísima, el garaje donde se guardó el carro se fusiona con la estancia de la casa la cual está tapizada en azulejo, el suelo está ajedrezado y adornado en la paredes hay estatuas de marfil.
   La tía Alicia hace perfumes y toda la casa huele muy río. Tiene un pequeño laboratorio a un lado de la entrada para que el aire distribuya el aroma por cada uno de los rincones de la casa.
   Del sillón tomé un cojín que tenía un aroma dulce, cerré los ojos, al abrazarlo sentí como si una nube se paseara por mis brazos, acomodándose anatómicamente a mi figura, me sentía tan agosto que me dieron ganas de acostarme en él. Si el hombre pudiera volar como lo hacen los pájaros, seguro así se sentiría, pensé.
   Mis fosas nasales se embriagaron con el aroma, mis partes erógenas se estremecieron, yo solo tenía diez años, pero sentía en cada miembro de mi cuerpo los latidos del corazón.
   De un fuerte estruendo azotaron la puerta de la entrada despertándome de mi sueño, era el capataz de la hacienda.
    - ¿Ya llegaron? preguntó apresurado.
   - Acá estamos, en el laboratorio, pero solo es uno. Contesta la tía Alicia.
  Yo aun estaba ensordecido por el violento sonido de la puerta, el carraspeo de los botas en el suelo era peor que una hoja de papel tratando de borrar la tiza en el pizarrón escolar.
   El capataz volteó a verme y con voz burlona, tratando de esconder la risa dijo.
   - Es muy flaco, pero servirá. Ven acompáñame, te voy a presentar a mi hijo, él también nos ayudará en la montaña.
   Volteé a ver a mi madre, ella nunca me dijo que me pondrían a trabajar, mucho menos que la haría de peón.
   - Ve acompáñalo, te enseñará a ser útil a la hacienda. Dijo mi madre y con su mano señalando la puerta de salida.
   Los oídos aun me chillaban, pero pronto salimos de la hacienda fueron recompensados a través de la vista. Los campos de cultivo eran una gran alfombra de colores. Tal como los sueños de un fotógrafo, pero a diferencias de sus capturas, esta imagen si retenían con fidelidad la estela de colores.
   El primer campo estaba sembrado con hortalizas, todas de colores diferentes, pintado de amarillo que se extendía hasta donde la vista alcanza a observar, las parcelas estaban divididas solo por unos surcos de agua.
   Yo no era conocedor de lo que ahí se sembraba, pero eran vegetales muy coloridos. Los verdes estaban en todos los tonos, según avanzábamos montados en el caballo, los colores cambiaban. El rojo era un sembradío que lucía en todo su esplendor, parecían borbotones de sangre que crecían de la tierra y contrastaban con la vestimenta blanca y brillante de los peones que cosechaban.
   Avanzamos sobre las parcelas y pasamos el glorioso extasis visual para llegar a un pequeño camino pedregoso en medio de dos riscos.
   Alrededor de este camino hacía la empinada, había cerca de dos mil sombreros con un fusil cada uno, distribuidos por ambas partes de los riscos, era muchos y estaban escondidos entre las piedras.
   El hijo del Capataz, niño como de unos 13 años, muy alto, sin embargo no mas musculoso que yo, me llevó por detrás de uno de los riscos, por un sendero que pasaba por cada uno de los escondites donde estaban instalados los sombreros con los fusiles para amarrar a los perros. Poníamos dos en cada puesto, cada uno tenía por lo menos cinco fusiles apuntando a la vereda.
   Una vez que terminamos con los perros, nos fuimos a esconder a la altura media de uno de los riscos, ahora podíamos ver todo a nuestro alrededor. El Capataz llegó con nosotros y nos dio un fusil a cada uno.
   - Le explicas, parece que él nunca a disparado uno antes- Dice el Capataz mirando a su hijo.
   Tomé el fusil, era magnificente al tacto, agradable, duro, pero resbaloso como si fuera de oro en vez de fierro, el magno de madera, parecían las piernas de una dama que coquetea constante contigo. Mi rostro comenzó a acariciar el arma y yo la observaba fijamente. El Capataz interrumpió.
   - ¡Cuidado niño! las armas son como las mujeres; si te enamoras a primera vista, quien te sedujo fue el Diablo y, al igual que ellas, las tienes que manejar con mucho cuidado.
   De inmediato me aparté del arma, la mantenía colgada en mi hombro y apuntando al suelo.
   Pasó medio día de estar en un solo  lugar e inmóviles, a lo lejos se veía una columna continua de polvo que se levantaba por el mismo sitio que se extendía el camino, el Capataz observaba con sus binoculares a los forasteros, se sube en su caballo y se pone en el sendero, en medio del camino.
   Una vez que los visitantes llegaron al camino empedrado titubearon para entrar, observaron las paredes de la colina y detuvieron su marcha. El Capataz salió y les preguntó sus intensiones. NO alcanzamos a oír, donde nosotros estábamos era muy lejos y solo se oían los murmullos, a nuestros oídos solo llegaba el zumbido del viento helado que anunciaba que la muerte se transportaba junto los visitantes.
   Eran casi 200 mil revolucionarios, todos armados hasta los dientes, venía cada uno en su caballo y en el rostro reflejaban la ira guardada por años de abusos. Mi compañero y yo poníamos atención al líder de los visitantes, pero no se podía oír mucho hasta arriba. El Capataz les dio un papel firmado por él mismo y les dejó libre el paso. Mi compañero volteó a verme.
   - Creo que dijo que van a Zacatecas. Volteó a seguir tratando de escuchar.
   Los perros no dejaban de ladrar. El Capataz nos hizo señas y los visitantes continuaron con la marcha.
   - Son revolucionarios, para ellos somos el enemigo por trabajar en la hacienda, sin embargo, nosotros también queremos que caiga el mal gobierno, así que nos tenemos que defender de ellos y también atacamos a los federales. Me explica el niño.
   Una vez que pasó todo el ejército revolucionario, nuestro jefe fue por nosotros para ir a comer; una vez que salimos de la trinchera mi compañero y el Capataz trataron de no reírse de mi, no me había dado cuenta que me había orinado en los pantalones al pensar que iríamos a batalla.
   - No te preocupes, a mi me pasa seguido también, es normal. Me dijo mi compañero al mismo tiempo que subía al caballo.    
     Al regresar a la hacienda mi madre me recibió con un gran abrazo y repetía constantemente.
   - Ya eres un hombre. Al verme con el fusil y todo miado.
   Después de un merecido baño nos sentamos a la mesa, en ella había el mejor caldo de pollo que he probado en mi vida. cada uno de los ingredientes se manifestaron galopantes en mi paladar, cada cucharada era un suspiro de gratitud por haber salido con vida y por tener la oportunidad de seguir disfrutando de estos detalles.
   Al terminar le dije a mi compañero si les íbamos llevar de comer a los atrincherados, él se rió.
   - ¿cuales? preguntó. - Los que viste el la colina son señuelos, en la montaña solo estábamos nosotros tres, pero si te decíamos eso desde el principio, capaz de que no solo te hacías pipí.
   - ¿Cuantas balas se disparara hoy, Alejandro? Preguntó mi tía Alicia.
   - Ninguna, señora. respondió el Capataz. - hice gala de mi talento diplomático para eso, recuerde, señora mía, que la mejor guerra es donde no se percute ninguna bala.
   El tío Froilán nunca llegó, parece que se unió al nuevo gobierno constitucionalista y fue uno de los redactores del documento que garantizaría la convivencia  de cada uno de los ciudadanos de este País.

lunes, 8 de julio de 2019

Cortometraje: Un día de suerte


Cortometraje realizado en el diplomado de Realización cinematográfica del CCC en el 2005 en asociación con el ICBC, Mexicali.
Guión de Xavier Fajardo.
Fotografía de Pablo Villagomez
Dirección de Gilberto Cruzmanjarrez

lunes, 1 de julio de 2019

Cortometraje: ¡Oh!


Cortometraje realizado en el CURSO DE FIC UABC - COMO LEVANTAR UN PROYECTO, 2016. Diriguido por Fernanda Quintero y Fernanda Angulo. Guión por Gilberto Cruzmanjarrez

martes, 25 de junio de 2019

¡Adios!


    Cuando creemos saberlo todo es cuando mas equivocados estamos. Comencé a pensar que ese ¡Ahora si! que ella dijo fue refiriéndose al futuro el cual nos prometimos en las largas conversaciones nocturnas que tanto nos animaban, sin embargo fue el ¡Hasta aquí! que juramos nunca mencionar.
    Sin explicación puso las maletas en la puerta de la casa y cerró por dentro. La emoción que sentí todo el día se esfumó en ese instante, no supe reaccionar, le di un golpe al cofre del carro y me senté en la banqueta a pensar, baja un policía de su patrulla diciendo que se reportó disturbios, mi identificación no tenía aún la dirección de la casa de la que me corrían.
    Me subí a mi carro, por la ventana observé la silueta de ella, parecía verme, inerte, sin moverse, quieta. Parecía estar esperando que me fuera. Le marco, no contesta, siento su mirada, bajo del carro y me dirijo a la puerta, esperé que me corriera con un grito de enojo, no sucedió. saco las llaves de mi bolsillo y abro lento, muy lento, camino hasta la sala, aun no la puedo ver, la vitrina obstruye la visión de la cara, Avanzo más hasta tener campo libre a toda ella, macabro hallazgo enmarcado por la luz crema exterior. Inmóvil, colgada de una soga y un banco tirado a su lado. Quien se iba no era yo, fue ella.


lunes, 17 de junio de 2019

Oscura noche





     Noche oscura, se oye un balazo, Karina cae en medio de la calle, José, desde la esquina, guarda una pistola entre su ropa, aún humea por el cañón.
     La cara de Karina rebota violentamente con los ojos hacia abajo y contra un charco a la orilla de la calle, se moja su rostro. A su espalda lleva una mochila donde guarda los útiles de su escuela. Su mano derecha tiene un celular iluminado y en el reloj marca las 23:58 horas. La luz mercurial ilumina toda la acción.
     Karina voltea los ojos hacia arriba, la calle es muy oscura y no distingue más que una silueta de José que se ve a contraluz y se va caminando del lugar, se pierde entre la sombras.
     Karina distorsiona la realidad, el charco es negro. Se le meten gotas a la boca y se le combina con la sangre, la escupe muy lento. Su respiración se reduce. Apenas mueve un dedo con dificultad.
     La bruma invadió por completo la calle, sólo se ve lo que pasa al ras del piso, zapatos camina hacia ella, Una mujer se inclina ante Karina. Le da vuelta poniéndole la cara hacia el cielo.

Karina con dificultad al hablar y en tono bajo dice -Nunca había visto brillar tanto las estrellas.

Su corazón late cada vez más lento. A lo lejos se oye el canto de las sirenas. La bruma cada vez es más espesa y se le cierran los ojos, deja de latir su corazón. El celular marca las 00:00 y se apaga.

Prohibidos cuentos

martes, 14 de junio de 2016

El diablo está enojado, Episodio 1. Kirieleison (Introducción)


Conoce a Pancho Metralla
En algún lugar en el tiempo por las calles de Mexicali, ciudad desértica que alguna vez fue la cuna del imperio algodonero más grande del mundo y que ahora es el puerto espacial alimentador de Caza Recompensas más sanguinarios, se encuentra un mundo avanzado en tecnología y toda está fabricada al estilo Steampunk. Objetos hechos de engranajes, funcionando con energía a vapor y los artefactos más pequeños son de cuerda; grasa escurriéndose a las cosas para poder funcionar.
Una época donde se conjuga lo material con lo espiritual. Al mismo tiempo puedes encontrar a Cristo en billetes de 20 pesos como en las monedas y jugadores de futbol. Todos estos acompañados por los héroes de la historia de este singular país: México.
Flaco es un hombre viejo, rotoso, barbón, con chamarra del ejército, lentes de sol, pantalones gastados y botas militares. Se sube al camión, paga su boleto, camina hacia su asiento. El camión no estaba muy lleno, sólo un grupo de estudiantes de alguna secundaria nocturna, un par de varones y los demás, mujeres. Una anciana que terminando de hacer sus compras en el mercado y ahora se dirige a su hogar.
La cara de Flaco no está limpia. Se sienta en un sillón, en el colectivo, observa por la ventana mientras el camión avanza. El reflejo de su cara atravez de la ventana le da un poco de nostalgia. En los años que duró al frente de combate en la guerra le tocó pilotar un helicóptero y, en cada misión, antes del despegue, se persignaba con su reflejo en la ventana de la cabina.
Comienza a divagar y hablar con su mente, sólo en pensamiento y con la mirada perdida a un lugar fuera del camión.
- A veces que veo a tanta gente, no me alcanza a comprender cómo es que viven mientras el reloj cuenta sus horas, cuenta hacia atrás. Siguen con sus vidas como si no pasara nada. Mientras a nosotros nos mandan a luchar guerras que no nos pertenecen, nos dan la espalda al terminar nuestro servicio. El gran supermercado tira su mercancía, le da al cliente lo que pide, cobra sus facturas... ¿y al final?... sólo queda el raso, el soldado de infantería que es sepultado en tierra común.
Comienza a imaginarse de cuando su utilidad como piloto terminó rápido pues, hambriento de acción pidió su cambio, y tras haber aprobado un curso de adiestramiento, pasó con el pelotón más experimentado, el cual se encontraba en las zonas más conflictivas. 
Éste pelotón tenía la fama de ser el más eficiente, lo mandaban a las áreas de difícil acceso, trabajaron siempre contra tiempo y siempre privados de toda comunicación, este grupo de soldados de elite, cumplían su misión en menor tiempo.
- No hay nada permanente en este malvado mundo, ni siquiera nuestros problemas. A veces siento como que vivo la vida de otro, Dios envía el aliento, el diablo los cocineros, nosotros somos esos carniceros que nadie quiere ser, pero que todos necesitan de uno. Sin saber cuándo nos llegará el final. La expectativa de que alguien salga con vida de aquí son casi nulas. -Sigue pensando. - Sobre todo combatiendo de esta manera. Sólo nos tenemos el uno al otro "La fuerza de una familia como la fuerza de un ejército se funda en su mutua lealtad" Así que no nos queda más que confiar en quien tienes al lado y que este te salvará el pellejo, pero sólo tú sabrás si tu compañero muere por causa tuya. La esperanza es el peor de los males, porque prolonga el tormento de los hombres, hubiera sido más fácil haber muerto en acción. ¿Mi medalla?... Una tumba de honor y mi madre con la bandera de la patria. Ahora regreso peor de como me fui, los pensamientos me atormentan mientras me muevo, el sueño se dispersa a medianoche, los objetos se mueven sin que los toquen. Si no hubiera infierno seriamos como los animales, sin infierno no hay dignidad. No puedo demorar más la aceptación de la realidad, necesito sentirla, tenerla, acariciarla.  Para que la luz brille con tal intensidad, necesita estar presente la oscuridad. Probablemente jamás hubiera conocido mi lado amoroso si no hubiera conocido el odio que puedo generar.
Una vez que los soldados de ese comando sumaron un total de 35 misiones y, después de haber perdido a su capitán en una muerte extraña, se les reubicó en diferentes áreas de la milicia, todas éstas en funciones de inteligencia, detrás de escritorios.
Después de un tiempo de estar misteriosamente sin actividad en su puesto pero, aun así, cobrando su sueldo fueron finiquitados del trabajo uno por uno. Cada elemento de estos fue llevado a su ciudad de origen, seguían cobrando una pensión sin tener que trabajar.
Flaco termina de divagar y regresa a la realidad en el camión, tiene su rostro lleno de sudor, en su mano derecha un cuchillo y con su brazo izquierdo sujeta por el cuello a una señora de avanzada edad a la cual la tiene sometida.
 En el espacio del mismo camión, todos los pasajeros están en el suelo y con las manos en la nuca, algunos llorando, otros en la parte del frente ensangrentados y muertos. La policía rodea al camión que se encuentra en medio de un transitado bulevar, esta con armas desenfundadas y negociando con Flaco.
Mientras tanto, en el espacio exterior, la calma pareciera ser a veces agotadora, no existe desgaste por estar ahí, solamente tener una nave que alcance la altitud necesaria para salir de la órbita terrestre.
Pancho Metralla, hombre de complexión robusta, musculoso, piel blanca, vestimenta de charro, con un sarape viejo encima y deshilachado, sombrero negro, desgastado y empolvado, en las manos usa guantes de piel. Para proteger su identidad usa un pañuelo en la barbilla, este con un dibujo de calavera. Se encuentra navegando por la red. En la tele holográfica llega un boletín anunciando una nueva pesquisa, en esta muestra a Flaco que se recompensa su captura en 1 millón 600 mil créditos. Pancho Metralla solo ve la recompensa.
Pancho alista su transporte anfibio que sale de la nave más grande y se dirige a la ciudad, en la cabecera capital del estado de Baja California.
Aterriza en el techo de un edificio cercano y se reúne con el encargado del operativo que resguarda el camión donde se encuentra Flaco, le dice los pormenores, le da un dispositivo de comunicación para introducirse en la oreja y le indica que espera la luz verde del comandante para actuar en caso de que fallen las negociaciones.
Metralla se acomoda en el techo de un edificio que estaba en las cercanías, esperando anunciar que puede proceder. En la mira de su Barret, arma por excelencia de francotiradores, observa a Flaco. Aún no tiene visión despejada por lo que le es difícil disparar, por el intercomunicador anuncia que aún no está listo.
Los negociantes hablan con Flaco pero no llegan a ningún acuerdo. Flaco grita y llora, él está dentro del camión. Uno de los policías encargados le dice:
- Vamos chico, no queremos problemas, me mandaron a que sea tu amigo, tantas muertes no solucionan nada.- No sé cómo hice esto -le murmura Flaco a la señora que amaga. - ¿Como llegué a esto?, repite llorando pero sin dejar el cuchillo. Voltea a su alrededor y pide perdón, pero cada vez que se disculpa le encaja más el cuchillo a la señora. Esta grita por lo que el negociante trata de corregir su postura, prometiendo más cosas para que no mate.- La mente humana es siempre un misterio, nunca se termina de conocer  -Replica Flaco a su negociante, con lágrimas en los ojos en tono de desesperación - El ser humano hace cosas que jamás creería poder hacer. Yo he sido testigo de eso y responsable de muchas atrocidades que jamás nadie podrá imaginar de este lado del mundo. Y todo para que camiones de este tipo puedan transitar sin problema -finaliza-
El comandante pregunta por radio si ya llegó algún francotirador.
- ¿Quien llegó? -pregunta el comandante-.- Pancho Metralla -contesta por radio-El comandante se seca el sudor y cierra los ojos con fuerza- Ching… no creo que se haga -dice en un pequeño murmuro sin que nadie lo oiga, tapando el micrófono. Activa el radio y dice- Bien, le diré cuando tenga luz verdePancho Metralla  tiene la visión libre observa a Flaco- Pero qué demonios -Dice para sí mismo. - No, no. ¿Por qué?  ¿Qué fue lo que pasó, cómo es que llegaste a esto?
El comandante le da luz verde para disparar, Metralla lo oye por el intercomunicador de su oído.
- Amigo, terminaré con tu pesadilla. Desde ahora descansarás. -Antes del disparo y con la imagen de Flaco en la mirilla, recita la parte del salmo 62, 12-13. - Sólo una cosa ha dicho Dios, dos cosas yo he oído: Que de Dios es el poder y tuyo el amor, mi Señor; que tú pagas a cada uno como merecen sus obras.
Metralla disparó dándole muerte inmediata a Flaco y manchando las paredes del camión de sangre. Pancho agacha la cabeza y da un suspiro de alivio mientras una lágrima recorre su mejilla.
Camina hacia la puerta del edificio y se reúne con el comandante quien le entrega una hoja para reclamar la recompensa.
- Me voy -dice Pancho Metralla-- Que te vaya bien -le contesta Comandante-- No amigo, quiero decir que renuncio -Mientras guarda su arma-- No juegues Metralla, tu eres el mejor para esto, para esto naciste.- Es el quinto elemento que liquido y todos han sido miembros del pelotón en el que estuve, a todos los conocí y eran mis amigos, no quiero saber si algún otro se encuentra en esta situación, hay algo raro en esto y no quiero ser parte. -Se acerca Pancho al comandante hablándole viendo directo a los ojos. - Están enloqueciendo -Replica-.- Tú eres fuerte, ellos eran débiles. -El comandante deja el radio por un lado e invita a sentarse a Pancho-- No esté tan seguro, el que yo esté cuerdo hoy, no es garantía de que mañana no enloquezca - Responde Metralla al comandante sin aceptar la invitación a sentarse-- Y a dónde irás - Pregunta el policía-- Tomaré vacaciones, no te diré a qué lugar para que nadie me busque. -Sonríe Pancho y camina hacia la puerta de salida-.