En algún lugar en el
tiempo por las calles de Mexicali, ciudad desértica que alguna vez fue la cuna
del imperio algodonero más grande del mundo y que ahora es el puerto espacial
alimentador de Caza Recompensas más sanguinarios, se encuentra un mundo
avanzado en tecnología y toda está fabricada al estilo Steampunk. Objetos
hechos de engranajes, funcionando con energía a vapor y los artefactos más
pequeños son de cuerda; grasa escurriéndose a las cosas para poder funcionar.
Una época donde se conjuga lo material con lo espiritual. Al mismo tiempo puedes encontrar a Cristo en billetes de 20 pesos como en las monedas y jugadores de futbol. Todos estos acompañados por los héroes de la historia de este singular país: México.
Una época donde se conjuga lo material con lo espiritual. Al mismo tiempo puedes encontrar a Cristo en billetes de 20 pesos como en las monedas y jugadores de futbol. Todos estos acompañados por los héroes de la historia de este singular país: México.
Flaco es un hombre viejo,
rotoso, barbón, con chamarra del ejército, lentes de sol, pantalones gastados y
botas militares. Se sube al camión, paga su boleto, camina hacia su asiento. El
camión no estaba muy lleno, sólo un grupo de estudiantes de alguna secundaria
nocturna, un par de varones y los demás, mujeres. Una anciana que terminando de
hacer sus compras en el mercado y ahora se dirige a su hogar.
La cara de Flaco no está limpia. Se sienta en un sillón, en el colectivo, observa por la ventana mientras
el camión avanza. El reflejo de su cara atravez de la ventana le da un poco de
nostalgia. En los años que duró al frente de combate en la guerra le tocó
pilotar un helicóptero y, en cada misión, antes del despegue, se persignaba con
su reflejo en la ventana de la cabina.
Comienza a divagar y
hablar con su mente, sólo en pensamiento y con la mirada perdida a un lugar
fuera del camión.
- A veces que veo a tanta gente, no me alcanza a comprender cómo es que viven mientras el reloj cuenta sus horas, cuenta hacia atrás. Siguen con sus vidas como si no pasara nada. Mientras a nosotros nos mandan a luchar guerras que no nos pertenecen, nos dan la espalda al terminar nuestro servicio. El gran supermercado tira su mercancía, le da al cliente lo que pide, cobra sus facturas... ¿y al final?... sólo queda el raso, el soldado de infantería que es sepultado en tierra común.
Comienza a imaginarse de
cuando su utilidad como piloto terminó rápido pues, hambriento de acción pidió
su cambio, y tras haber aprobado un curso de adiestramiento, pasó con el pelotón
más experimentado, el cual se encontraba en las zonas más conflictivas.
Éste pelotón tenía la fama
de ser el más eficiente, lo mandaban a las áreas de difícil acceso, trabajaron
siempre contra tiempo y siempre privados de toda comunicación, este grupo de
soldados de elite, cumplían su misión en menor tiempo.
- No hay nada permanente en este malvado mundo, ni siquiera nuestros problemas. A veces siento como que vivo la vida de otro, Dios envía el aliento, el diablo los cocineros, nosotros somos esos carniceros que nadie quiere ser, pero que todos necesitan de uno. Sin saber cuándo nos llegará el final. La expectativa de que alguien salga con vida de aquí son casi nulas. -Sigue pensando. - Sobre todo combatiendo de esta manera. Sólo nos tenemos el uno al otro "La fuerza de una familia como la fuerza de un ejército se funda en su mutua lealtad" Así que no nos queda más que confiar en quien tienes al lado y que este te salvará el pellejo, pero sólo tú sabrás si tu compañero muere por causa tuya. La esperanza es el peor de los males, porque prolonga el tormento de los hombres, hubiera sido más fácil haber muerto en acción. ¿Mi medalla?... Una tumba de honor y mi madre con la bandera de la patria. Ahora regreso peor de como me fui, los pensamientos me atormentan mientras me muevo, el sueño se dispersa a medianoche, los objetos se mueven sin que los toquen. Si no hubiera infierno seriamos como los animales, sin infierno no hay dignidad. No puedo demorar más la aceptación de la realidad, necesito sentirla, tenerla, acariciarla. Para que la luz brille con tal intensidad, necesita estar presente la oscuridad. Probablemente jamás hubiera conocido mi lado amoroso si no hubiera conocido el odio que puedo generar.
Una vez que los soldados
de ese comando sumaron un total de 35 misiones y, después de haber perdido a su
capitán en una muerte extraña, se les reubicó en diferentes áreas de la
milicia, todas éstas en funciones de inteligencia, detrás de escritorios.
Después de un tiempo de
estar misteriosamente sin actividad en su puesto pero, aun así, cobrando su
sueldo fueron finiquitados del trabajo uno por uno. Cada elemento de estos fue
llevado a su ciudad de origen, seguían cobrando una pensión sin tener que
trabajar.
Flaco termina de divagar y
regresa a la realidad en el camión, tiene su rostro lleno de sudor, en su mano
derecha un cuchillo y con su brazo izquierdo sujeta por el cuello a una señora
de avanzada edad a la cual la tiene sometida.
En el espacio del mismo camión, todos los
pasajeros están en el suelo y con las manos en la nuca, algunos llorando, otros en la parte del frente ensangrentados y muertos. La policía rodea al camión
que se encuentra en medio de un transitado bulevar, esta con armas
desenfundadas y negociando con Flaco.
Mientras tanto, en el
espacio exterior, la calma pareciera ser a veces agotadora, no existe desgaste
por estar ahí, solamente tener una nave que alcance la altitud necesaria para
salir de la órbita terrestre.
Pancho Metralla, hombre de
complexión robusta, musculoso, piel blanca, vestimenta de charro, con un sarape viejo encima y deshilachado, sombrero negro, desgastado y empolvado, en las manos
usa guantes de piel. Para proteger su identidad usa un pañuelo
en la barbilla, este con un dibujo de calavera. Se encuentra navegando por la
red. En la tele holográfica llega un boletín anunciando una nueva pesquisa, en
esta muestra a Flaco que se recompensa su captura en 1 millón 600 mil créditos. Pancho Metralla solo ve la recompensa.
Pancho alista su
transporte anfibio que sale de la nave más grande y se dirige a la ciudad, en la cabecera capital del estado de Baja California.
Aterriza en el techo de un edificio
cercano y se reúne con el encargado del operativo que resguarda el camión donde
se encuentra Flaco, le dice los pormenores, le da un dispositivo de comunicación para
introducirse en la oreja y le indica que espera la luz verde del comandante
para actuar en caso de que fallen las negociaciones.
Metralla se acomoda en el techo de
un edificio que estaba en las cercanías, esperando anunciar que puede proceder.
En la mira de su Barret, arma por excelencia de francotiradores, observa a
Flaco. Aún no tiene visión despejada por lo que le es difícil disparar, por el
intercomunicador anuncia que aún no está listo.
Los negociantes hablan con
Flaco pero no llegan a ningún acuerdo. Flaco grita y llora, él está dentro del
camión. Uno de los policías encargados le dice:
- Vamos chico, no queremos problemas, me mandaron a que sea tu amigo, tantas muertes no solucionan nada.- No sé cómo hice esto -le murmura Flaco a la señora que amaga. - ¿Como llegué a esto?, repite llorando pero sin dejar el cuchillo. Voltea a su alrededor y pide perdón, pero cada vez que se disculpa le encaja más el cuchillo a la señora. Esta grita por lo que el negociante trata de corregir su postura, prometiendo más cosas para que no mate.- La mente humana es siempre un misterio, nunca se termina de conocer -Replica Flaco a su negociante, con lágrimas en los ojos en tono de desesperación - El ser humano hace cosas que jamás creería poder hacer. Yo he sido testigo de eso y responsable de muchas atrocidades que jamás nadie podrá imaginar de este lado del mundo. Y todo para que camiones de este tipo puedan transitar sin problema -finaliza-
El comandante pregunta por
radio si ya llegó algún francotirador.
- ¿Quien llegó? -pregunta el comandante-.- Pancho Metralla -contesta por radio-El comandante se seca el sudor y cierra los ojos con fuerza- Ching… no creo que se haga -dice en un pequeño murmuro sin que nadie lo oiga, tapando el micrófono. Activa el radio y dice- Bien, le diré cuando tenga luz verde. Pancho Metralla tiene la visión libre observa a Flaco- Pero qué demonios -Dice para sí mismo. - No, no. ¿Por qué? ¿Qué fue lo que pasó, cómo es que llegaste a esto?
El comandante le da luz
verde para disparar, Metralla lo oye por el intercomunicador de su oído.
- Amigo, terminaré con tu pesadilla. Desde ahora descansarás. -Antes del disparo y con la imagen de Flaco en la mirilla, recita la parte del salmo 62, 12-13. - Sólo una cosa ha dicho Dios, dos cosas yo he oído: Que de Dios es el poder y tuyo el amor, mi Señor; que tú pagas a cada uno como merecen sus obras.
Metralla disparó dándole
muerte inmediata a Flaco y manchando las paredes del camión de sangre. Pancho
agacha la cabeza y da un suspiro de alivio mientras una
lágrima recorre su mejilla.
Camina hacia la puerta del
edificio y se reúne con el comandante quien le entrega una hoja para reclamar
la recompensa.
- Me voy -dice Pancho Metralla-- Que te vaya bien -le contesta Comandante-- No amigo, quiero decir que renuncio -Mientras guarda su arma-- No juegues Metralla, tu eres el mejor para esto, para esto naciste.- Es el quinto elemento que liquido y todos han sido miembros del pelotón en el que estuve, a todos los conocí y eran mis amigos, no quiero saber si algún otro se encuentra en esta situación, hay algo raro en esto y no quiero ser parte. -Se acerca Pancho al comandante hablándole viendo directo a los ojos. - Están enloqueciendo -Replica-.- Tú eres fuerte, ellos eran débiles. -El comandante deja el radio por un lado e invita a sentarse a Pancho-- No esté tan seguro, el que yo esté cuerdo hoy, no es garantía de que mañana no enloquezca - Responde Metralla al comandante sin aceptar la invitación a sentarse-- Y a dónde irás - Pregunta el policía-- Tomaré vacaciones, no te diré a qué lugar para que nadie me busque. -Sonríe Pancho y camina hacia la puerta de salida-.
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