Por Gilberto Cruzmanjarrez
Los monstruos que habitan en nuestro interior son tormentos generados por eventos traumáticos de nuestra niñez. Cuando la persona infectada logra desahogarse, estos seres malignos no se van, se alojan en una parte muy escondida de la mente esperando una oportunidad para salir.Michel es una niña de 9 años, ella es una pequeña muy especial, diferente a sus compañeros de escuela. Mientras a ellos se les dificulta poner atención en clase y no respetan a sus padres, Michel tiene una absorción del conocimiento fuera de lo común. Debido a esto, su madre la pone a leer después de la escuela, comer y hacer su tarea. La lectura es un pasatiempo que adquirió con la señora que la cuida, aunque ella no lee, tiene muchos libros. Su marido es recolector de historias, lee un libro y lo vuelve a escribir de manera diferente, le agrega hojas, lo imprime y lo vende en un local que tiene en el mercado sobre ruedas.
Dentro de la casa de Michel, desde hace tiempo, todo se ha tornado gris en su entorno, los colores ya no son tan vívidos como antes, una delgada capa de polvo flota en el ambiente. La madre tiene varios días que no la lleva a la escuela, sin embargo la pone a trabajar en sus lecturas. Se despierta para desayunar, lee, duerme y se despierta de nuevo para repetir la misma dinámica una y otra vez.
La niña lee por igual libros sobre cuentos, relatos y novelas, matemáticas y ciencias sociales pero los que más le gustan son los de terror. Escritos que hablen de monstruos, fantasmas y seres extraños. También tiene una predilección por libros teológicos y es por eso que no se asusta con facilidad.
Todas las noches se despierta a las 3:15 de la mañana para ir al baño, escucha ruidos en la cocina, no les hace caso y sigue su caminar para hacer sus necesidades, regresa a la cama y duerme. A la mañana siguiente, cuando despierta, su madre ya está con el plato del desayudo en la mesa. Michel se sienta y no prueba bocado.
Preocupada, la niña le pregunta a su madre por el motivo de que todos los días se levante en la madrugada a lavar los platos, voltean ambas mujeres al lavadero de la cocina y aún está repleto de trastes sucios. La madre siempre tiene la cara de enfado y esa pregunta le desespera más.
-Yo no he despertado desde que me acosté en la noche -responde la madre sin crear más polémica.
La niña termina su desayuno y se recuesta de nuevo hasta despertarse a las 3:15 de la mañana siguiente, se levanta y va al baño, al pasar por la cocina vuelve a oír ruidos y se asoma. Observa la silueta de una persona que parece de mujer, no se distingue bien. De nuevo piensa que es su madre. Hace sus necesidades y se recuesta para terminar con su descanso.
A la mañana siguiente la espera su madre en la mesa en la misma posición con el mismo plato y la misma ropa puesta, se asoma al fregadero y la misma vajilla sin lavar ocupa el espacio del lavabo. Trata de ocultar su asombro con palabras bonitas para con su madre, sin embargo a esta no se le quita el enfado. Reacciona de tal manera como si alguien manipulara su voluntad.
Cada día tiene su receso, aunque Michel se encuentra perdida en un tiempo congelado, tiene la noción de lo que sucede mientras está despierta. En esos recesos la visitan niños, unos salen de las paredes y otros del techo. Son seis y cada uno tiene una peculiaridad que lo hace distinguirse al resto.
Al primero le llaman Íra; Él siempre está enojado y le escurre espuma de la boca. Está pálido como la harina y con las uñas largas puede llegar a desgarrar la piel, aparte de ser recipiente de ese pecado mortal, es egoísta.
El segundo sale del techo y le dicen Gula, este niño se mete a la boca todo lo que encuentra y lo devora, carece de dientes y en sus encías desgastadas se puede ver parte de los huesos de la mandíbula, cada que trata de morder algo lo raspa con estos huesos y lanza un alarido de dolor brotándole sangre de sus ojos.
Otra de las pequeña criaturas le gusta mucho dormir, entre todos los niños se esfuerzan por mantenerlo despierto pues, cuando se encuentra en el sueño profundo, exterioriza sus pesadillas. Estas pesadillas no se manifiestan en monstruos que acechan si no, lo que aparece es un hoyo negro que traga todo lo que se interpone a su paso obligándolos a no existir.
Otros tres niños se juntan con Michel para ser en total seis, necesitan una más para completar los siete pecados capitales. El más grande tiene un hoyo donde se supone tendría el corazón y, no obstante no tener ese músculo, le brota la sangre a borbotones. Si acercas los oídos puedes oír latir el corazón, sin embargo el corazón no se ve por ningún lado.
Entre todos rodean a Michel y la tratan de atormentar para hacerla entrar a la locura. Tienen el poder de desfasar el audio con el movimiento de su boca, hacer ruidos de sufrimientos e imitar los sonidos tiernos y siniestros de palabras que dice su madre.
Michel, refugiada en el mundo maravilloso de las letras, recuerda las fantásticas historias de alguno de los libros que ha leído y con esto logra un día más de cordura. Cuando más se recrudece el tormento de estos demonios disfrazados de niños, intempestivamente se detienen y desaparecen para que Michel vuelva a despertar por la mañana, su madre le sirva el desayuno y así por la eternidad.
De esta manera pasaron los días y nada cambió, el par de damas no han visto la luz del día, ni siquiera les visita nadie, no salen al mercado, el reloj siempre marca la misma hora y la alacena no se vacía. Michel sabe que algo no está bien, pero trata de llevar su vida como si nada extraño pasara tiene fe de que algún día se le revelará en qué situación se encuentra.
Por lo pronto le da un beso a su madre y duerme. No sin antes hacer su oración. Una vez que ha llegado el sueño repasa las historias de los textos leídos y en un eco se escucha su propia voz a lo lejos, pero dentro de su mente relatando cada paso de los cuentos.
Michel responde a una situación difícil meditando lo aprendido en los libros que lee, como una manera de escapar de la realidad siempre que ésta no le gusta.
Demencia Capítulo 2
No hay comentarios.:
Publicar un comentario