Capítulo 2
Herman
es un joven de 20 años, estatura de 1.80 y complexión media, güero, poco
musculoso, desaliñado y en su rostro presenta los estragos del estrés. Trabaja
en un periódico local, integrante de la organización periodística más grande de
México.
Él
vive en uno de los barrios medios de Mexicali, sus amigos lo conocen como Púas.
La gente de esta ciudad es codiciosa, siempre tiene el deseo de ser mejor que
el prójimo, comprar cosas caras a bajo precio y emborracharse cada fin de
semana, salir en bola y carearse con otros tipos que hacen lo mismo.
Púas
siempre lleva una mochila en la espalda donde guarda sus materiales de trabajo,
una laptop, cámara de fotos, otra de video, grabadora, etc. Está esperando el
camión que lo llevará a casa luego de una jornada de trabajo. Llega con su
madre a un hogar en la periferia de la ciudad, en la zona urbana de clase media
con todos los servicios pero con carencias económicas.
- Mi niño, sabía que volverías pronto,
-saluda su madre- El trabajo no te debe
de tener mucho tiempo, luego te mandarán a que seas corresponsal de guerra otra
vez.
- A veces me gustaría estar al frente de nuevo...
- ¿Y tu carro? -Dice
sorprendida mientras se asoma por la ventana-
- Me lo robaron -contesta, se
asoma al refrigerador y toma una naranja-
-
¿Dónde te quedarás?
- En mi casa madre, -dice Púas- por eso la compré.
-
No hemos podido irla a ver, pero hemos pagado la cuota de comunidad a tiempo
mientras no estabas en la ciudad. Por estar en un fraccionamiento privado,
supongo, no tendrás ningún problema con los ladrones.
-
Le pediré a Jacinto que me lleve. -Jacinto es el
vecino que nunca tiene nada que hacer y siempre está disponible para todo,
nunca lo han visto trabajar pero siempre trae dinero en el bolsillo, Jacinto no
es viejo, es joven. Es por eso que no vive del gobierno. Si no has hecho nada
productivo para él, no te pensiona ni te da desempleo.
Ésta parte de Mexicali es grande, los bulevares son
más extensos y transitados pero aún quedan sin pavimentar muchas colonias. La
ciudad tiene mucha gente, los comercios se concentran a la orilla del bulevar
con grandes espectaculares de luz de neón. Otros con letreros en led muy
brillosos. La mayoría anunciando venta de comida o de artículos electrónicos.
Transportado por media ciudad, en un residencial de
nivel medio alto y luego de pasar la caseta de vigilancia, Herman llega a su
casa junto con Jacinto, se bajan y sólo observan con gran tristeza que se
encuentra vandalizada. Púas se lleva la mano a la cabeza.
-
Es increíble que vivamos en el siglo XXI y aun existan estos problemas, es
increíble que el gobierno, por un lado publique cifras alentadoras y en la
realidad cada vez sucedan cosas que contradiga su discurso. Mientras uno se la
pasa trabajando, los delincuentes, a plena luz del día te saquean la casa.
Parece increíble que la casa más segura sea la que te aprisiona más.
La
fe y la esperanza entre los vecinos del fraccionamiento lagos del sol, el residencial donde Púas
compró su casa, se ha ido diluyendo conforme pasan los días y es debido a la
inseguridad que reina, no obstante, ser una privada y tener guardias de
seguridad.
Con
la ilusión de obtener un patrimonio en un lugar que se le promociona la
vigilancia y tranquilidad, usuarios de hipotecarias del estado hicieron una
inversión sin saber el infierno que les esperaba. Y es que, el principal
problema de este fraccionamiento es la barda perimetral que la constructora les
dejo, pues ésta no rebasa el medio metro de altura. El comité de vecinos ya ha
ido con los representantes de esta misma pero alegan que no es su
responsabilidad.
Han
sido bastantes los asaltos a amas de casa y demás inquilinos de estas viviendas
por los malandrines que sin escrúpulos se brincan la mini barda y con cuchillo
en mano les arrebatan el fruto del trabajo honrado, y esto debido a que el
hombre del hogar tiene que salir desde temprano a cumplir con sus compromisos
laborales, dejando a las damas solas, en lo que se ha convertido en una jaula
acechada por ratas.
Cabe
mencionar que quienes adquirieron su casa en este fraccionamiento se les hizo
firmar una carta compromiso donde renunciaron al derecho de poner rejas en
la misma, dándole a la constructora el permiso a poner la que
ellos convinieron con un particular.
Este
tipo de rejas son muy frágiles y a los ladrones no les causa problema botar,
por lo que también se han dedicado al saqueo de viviendas que se quedan solas
por la mañana dejándolas sin luz pues les quitan todo el cobre. Metal que se ha
popularizado entre los recicladores.
El
gobierno sigue autorizando este tipo de viviendas al extremo contrario de donde
se encuentran las familias adineradas, todo para que no entorpezcan los planes
de inversión del estado y, si en eso ayuda, que entre los habitantes de las
zonas medias bajas y bajas se consuman a sí mismos con delincuencia y violencia,
así dejarán en paz a la clase alta.
Los
vecinos de dicha privada están hartos de tal situación, por lo que ellos mismos
hacen rondines en la periferia del fraccionamiento para ahuyentar a los
malhechores, pero siempre será insuficiente para poder llegar al nivel de vida
que se les prometió con engaños mientras la constructora no acepte aumentar la
altura de dicha barda.
Suena el teléfono de Púas, es su madre.
-
Mijo, lo siento mucho, puedes venirte a vivir acá si lo deseas.
Púas voltea a ver a Jacinto, quien se encuentra con un
celular en la mano y sonríe. Él le mandó un mensaje a su madre contándole todo.
-Sí
mamá, vamos de regreso -cuelga su teléfono y lo guarda, se suben al carro y se
van sin hablar en todo el camino-.
La mayor preocupación de Púas es su nivel económico,
el periódico donde trabaja lleva cinco años sin reportar utilidades con mañosas
acciones “legaloides”. Sus empleados están enojados por esa acción pero tienen
la esperanza de que algún día se regularice su situación.
La mayoría de los trabajadores que fueron parte de la
fuerza laboral del lugar fueron despedidos, dándole a cada uno de ellos mucho
menos de lo que legalmente merecen en el finiquito. Lo que un día fue
prosperidad para ellos, se desvaneció como neblina con el sol, se transformó en
pesado plomo.
Púas está acostado en una cama destendida, en una casa
humilde; la de su madre. Ella le grita para que se siente comer, Púas obedece,
se talla el rostro y se levanta de la cama para sentarse a la mesa. No hay
mucha variedad de comida en una familia de clase media baja. Y sobre todo, no
hay forma de cambiar los hábitos si antes se fue de una clase social más
pudiente.
En la televisión, las noticias presentan un mensaje
del presidente donde anuncia la anexión de unos estados de África central, de
la costa hacia el centro. Y anuncia una nueva campaña en países del sur
africano. Para rematar sigue con su política económica de estar exprimiendo a
los ciudadanos con impuestos para pagar la guerra, finaliza con un mensaje
patriótico de esperanza.
-
Todavía de que tenemos que vivir con su política económica, nos exigen como si
estuviéramos de acuerdo. -Comenta la madre mientras sirve la comida-.
Púas toma unas facturas. De la luz, del agua. Su madre
le pone en los ojos la del predial.
-
Y hay que pagar las placas del carro, no quiero que estén viniendo a decirnos
lo que debes.
Recuerda lo sucedido con su casa y lanza un suspiro de
desesperación al aire. - Malditos
holgazanes, deberían de ponerse a trabajar - refiriéndose a los ladrones
que saquearon su casa-.
A
la entrada de la residencia de su madre hay una vitrina en la sala, en esta hay
una fotografía grande de Carlos, el padre de Púas quien se dedicó a la ciencia
desde edad muy temprana trabajando para el gobierno y su muerte fue misteriosa.
Siempre que sale mira la foto y lo saluda. En los momentos más difíciles se
pone a meditar si su padre viviera esto no estuviera pasando y su nivel
económico fuera diferente pero, desde su partida, la madre se hizo cargo de él
y sus otros cuatro hermanos.
Púas sólo guarda silencio, toma las facturas y sigue
comiendo.
- Me prestas tu carro, madre.
-
Sí, tómalo, nada más que no tiene gasolina.
- Aquí tengo 50 pesos, espero que alcance para
un par de litros.
Pasando por la ciudad. Es un día caluroso, normal si
se está en el mes de julio. Todos los habitantes andan en ropa ligera,
vendedores ambulantes invaden las calles ofreciendo su mercancía e inmigrantes
deportados piden dinero. Púas tiene prisa por llegar a su destino. Le han
llamado para entrevistar a un juez con respecto al nuevo sistema de justicia
penal.
Llega a la inmensa casa del juez, los jardines están
llenos de vegetación, los árboles son grandes y frondosos, hay palmeras a la
orilla del camino, todas ellas muy altas. Estaciona el carro y toca la puerta.
El ama de llaves abre la puerta y Púas se presenta. – Hola, se encuentra el juez, tengo cita con él.
-
Espera un momento, se está arreglando. -Cierra la
puerta un minuto y sale de nuevo- pásele
joven, siga derecho por el pasillo hasta que llegue al despacho.
-
¡Señor juez! -Pregunta pausadamente. Púas, después de tener la
preocupación de tener que pagar las cuentas de la casa de su madre, se
desespera un poco-.
-
¡Señor juez!, -reitera, abre la puerta de la oficina y camina hacia
la mesa del despacho. Buscándolo en ese lugar, Púas entra. Mira más
profundamente en el lugar y se percata que hay un baño con la luz prendida. Púas
camina un poco y se asoma al baño, ahí está quien busca. Púas da unos pasos
hacia atrás y choca con el escritorio, en él hay unos papeles, le da curiosidad
y lo hojea-.
Abre el folder y se da cuenta de que en él está el
perfil de un asesino que se presume también violó a niñas. Púas lee un poco
sobre él.
-
Pero… qué… -murmura-
El juez lo interrumpe -Es una carta de liberación, claro-Dice enojado.
-
Pero se sabe que él lo hizo ¿por qué lo liberan?
-pregunta Púas-.
-El
dinero hijo, el poder del dinero y un fiscal corrupto.
-Responde el Juez y remata diciendo- Me
tengo que ir, tengo que liberarlo ahora para que a la hora de visitas se lo
lleven. ¿Se te ofrece algo en especial?
-
Oh, sí. Teníamos una cita para que me comente su opinión sobre el nuevo sistema
de justicia penal, ¿recuerda?
-
Mira lo que hizo el nuevo sistema, no tengo una buena opinión, pero prefiero
que sea la próxima semana, como ves, ¿se podrá?
-Explica el Juez-.
Púas sale a toda prisa pero no se dirige al periódico,
sino que su destino lo modifica a una de las colonias más conflictivas de la
zona; Progreso, irónicamente esta colonia lo único que no ha encontrado en todos
los años de su fundación es el progreso. Se encuentra en la periferia de la
ciudad, carretera a Tijuana para ser exactos, en el último semáforo se mete a
terracería, durante media hora recorre caminos vecinales, al lado de canales
que alguna vez alimentaron parcelas y que ahora se presume son la tumba de
secuestrados y maleantes.
Llega a una
casa, de ella salen tres tipos con aspecto de cholos. En el interior del garaje
se encuentran estacionados carros dignos de concurso. Viejos y bien cuidados.
-
Qué onda carnal, ¿ese milagro que te acordaste de la hermandad? -Saluda uno de los cholos que salieron del
interior de la casa. El que vestía más catrín-.
-
Necesito un favor pero, ¿podemos platicar dentro? -Dice
Púas-.
Uno de los cholos, el más delgado de todos, le impide
la entrada. Saca una pistola.
-
Que pedo morro, “álzate” la lima, wey.
-
No lo molestes, ¡este bato es mi carnal! -interrumpe el
anfitrión- lo que quieras con él es
conmigo también, si yo soy a toda madre, este vato lo es más. Déjalo pasar, yo
respondo “eze”. -Le defiende el cholo que lo recibió al principio-.
Al entrar a la casa, en la sala hay unos adolescentes
jugando Xbox, Grand Deft Auto. En el comedor hay un par de tipos sin camiseta
cortando droga en polvo, rebajándola con otras sustancias para que rinda más y
empaquetando para después venderla.
A
diferencia del exterior de la casa, la cual tiene una fachada maltrecha y mitad
en obra negra, en el interior hay todos los lujos, un poco empolvados pero con
artículos caros, típicos de traficantes. En la vitrina al lado del comedor un
altar a Malverde, el santo inventado por los maleantes para que los proteja. Con
veladoras encendidas.
Púas y su amigo cholo, a quien le dicen el Consek
pasan a un cuarto donde se encuentra todo decorado con palo-fierro, miles de
artesanías de este material, en especial toda la cultura azteca, Consek se
sienta en una silla construida de este mismo material y en la más grande de
todas. Una chica con facciones indígenas sale detrás de esta silla, se sienta a
un lado de él y le toma la mano.
-
¿En qué te puedo servir mi amigo?- Le pregunta
Consek
-
Necesito un arma. -Le responde Púas-.
-
¡Momento, momento! -se asombra Consek- Tú eres mi amigo, mi hermano. Tú me ayudaste a salir de broncas, y me
salvaste la vida más de una vez al frente en la guerra. Así que, realmente
nunca me perdonaría que yo te ayudara a conseguir algo que te vaya a provocar
la muerte. Me entiendes “men”.
Púas estuvo al frente de guerra como corresponsal y
ahí conoció a Consek quien le enseñó a manipular toda clase de armas, se
hicieron buenos amigos y se cuidaban uno al otro.
-
No preguntes, yo tengo mis ideas y además no me quiero morir, ¿Por qué piensas
que haría algo tan estúpido? Se cuidarme solo, tú lo sabes.
- Este “men”. -Expresa con sentimiento y camina hasta un armario, saca un cajón- Tengo
9mm, 38 súper. ¿Quieres algo más ruidoso? Un cuernito de chivo -AK 47-, una UZI
para algo discreto y rápido.
-
No, necesito algo más especializado, algo como lo que usabas en el frente, en
África.
-
¿Quieres un rifle Sniper, un Barret? -pregunta
Consek, se detiene, suspira y se limpia el sudor-.
-
Con un M40 está bien, no quiero crear otra guerra dentro de la república
-Dice Púas llevándose la mano al cabello-.
-
Bien mi amigo, me habías asustado. Si la tengo pero la quería para cuando fuera
necesario. -Camina Consek hacia un ataúd y lo abre- ¿Algo así hermano?… llévatela. Y no importa
si no tienes dinero ahora, me la pagas cuando puedas o me la regresas cuando ya
no la uses.
-
¿Tienes algo para llevármela? No la quiero enseñar en la calle, ¿me entiendes?
Sube a la camioneta el ataúd, vecinos que ven el
transporte de la caja fúnebre y se persignan.
La iglesia en Mexicali ha tenido un papel predominante
en la política y en el desarrollo de la ciudad, aunque falta mucho por influir,
se está tratando de llegar a la juventud para inculcar los valores morales
necesarios para hacer de esta una sociedad tranquila y fuera de violencia. El
gobierno federal, por su parte, con sus estrategias bélicas no ayuda mucho,
metiendo en la conciencia de los individuos la cultura de la muerte.
Púas, en su niñez fue miembro de un grupo eclesiástico
llamado Arcoíris, uno de los más grandes de la ciudad y que tiene influencia
casi en la totalidad de los jóvenes católicos del estado. Cuando salió de ese
grupo se alejó de la iglesia pero no así de sus creencias. Cada que puede va al
confesionario y saca todos sus traumas al padre.
Una de las parroquias más grandes y bonitas de la
ciudad es la de los Franciscanos, ésta se encuentra en la colonia Guajardo,
detrás del fraccionamiento San Marcos. Está hecha en honor a San Francisco y
Santa Clara de Asís. La enseñanza de este movimiento es de las más humildes de
toda la grey.
Púas entra a esta parroquia, voltea a su alrededor, el
techo es alto, las paredes son adornadas con cantera y los vitrales son
inmensos. Entra al confesionario.
-
Dime tus pecados hijo. -Dice el padre por la rendija del confesionario. Toda
la parroquia está a media luz, así que dentro de este pequeño cuarto apenas se
observan las sombras de ellos-.
-
Padre, tengo mucha ira en mi corazón. Uno lucha por mantenerse vivo en este
país, los soldados defienden a los ciudadanos del enemigo, la policía trata de
mantener el orden pero, cuando menos te lo esperas te das cuenta de quién te
tienes que cuidar es de tu propio vecino. Siento tanta ira que tengo la
necesidad de matar. Hoy me di cuenta que no importa que tanto puedas pedir
ayuda de las autoridades, las leyes sacaran del cautiverio a los criminales.
-
Hijo, la ira es el sentimiento que uno tiene cuando no encamina el amor a algo
bueno, si consideras ver las cosas con el cristal del amor, la compresión y, lo
más importante, el perdón, podrás vivir con mayor desenfado y plenamente. Ten
en cuenta que los maleantes tendrán su castigo en la eternidad.
-
Padre, pero... ¿si estos maleantes se arrepienten antes de morir?
-
Dios es amoroso y en su infinita misericordia perdona si el arrepentimiento es
de corazón.
Púas sale de la parroquia y murmura entre dientes al
subirse al carro.
-
Entonces, ¿si se arrepienten no tendrán su castigo? Tenía dudas pero ahora
estoy seguro de lo que haré –habla consigo mismo-.
Se sube a toda prisa a la Van, arranca y pisa el
acelerador, avanza a toda velocidad por las calles que llevan al tribunal del
Nuevo Sistema de Justicia Penal. Frente al edificio hay un bulevar, pasando el
camellón, del otro lado de la acera, hay una loma, encima de ella, comienza una
colonia.
Púas estaciona su auto por el bulevar dando a sentido
contrario sobre el flujo normal de la calle próxima al frente del edificio,
todo esto para entorpecer la persecución, en caso de que hubiera una.
¿Se puede justificar un asesinato? Se repite
mentalmente. Quiere estar convencido de que lo que hará es lo mejor para la sociedad.
Aunque su motivo sea egoísta, al tratar de desahogar sus problemas de esta
manera.
-
No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te
fortaleceré, ciertamente te ayudaré. Si, te sostendré con la diestra de mi
justicia. -Repite tartamudeando Púas, mientras una gota de sudor
recorre su cara, prepara la mirilla del arma-.
Se
impacienta un poco, la comezón en el dedo que tiene para apretar el gatillo del
arma es perturbadora, le es difícil contener el sudor. No se puede permitir
fallas en esto, un ligero tropezón y todo se puede echar a perder.
De la puerta principal de los juzgados sale el
criminal, el mismo de los documentos que el juez tenía en su escritorio. Se
aproxima a las escaleras para bajar y abordar un carro que lo espera.
Púas reza -El
señor está a mi favor; no temeré ¿Qué puede hacerme el hombre? -Y dispara-.
Púas enciende la Van y avanza, el tráfico lo hace
pasar desapercibido y se confunde a los dos kilómetros adelante, distancia que
tardó para que la sangre pintara su cara de nuevo. Entra a una colonia de
terracería y se estaciona frente a un domicilio. Ahí espera por medio de una
hora sin que nadie se percate de su presencia, de la casa sale una niña de 4
años, observa la Van de Púas y sonríe. El joven, mira que la niña se da cuenta
y baja del vehículo.
De la casa sale una mujer muy bonita, de estatura 1.50
de tez blanca y piel lisa, toma a la niña de los brazos y le abre el cerco a Púas.
La niña es la hija de ambos, es muda y muy inteligente, los dos como padres le
dan todo el cariño que pueden pues, el entorno que les tocó vivir no es muy
apropiado para la niña.
-
Te estuvimos esperando ayer, la niña se quedó todo el día en la ventana
esperando que llegaras. -Dice Brenda mientras le abre la puerta de la casa-.
-
Lo siento, estoy ocupado arreglando cosas… -hace una pausa
y con mucha pena remata- saquearon la casa y una noche antes, en el trabajo me
robaron el carro.
-
¿Qué casa? -Pregunta enfadada-.
-
La del fraccionamiento Lagos del Sol -contesta-.
-
Que la chin... ¿o sea que no tienes una casa para tu hija?
-Se malhumora y grita-.
-No
es mi culpa, he trabajado mucho para conseguirla, estoy igual de enojado que
tú, ¿qué crees que yo pagué para que le hicieran eso?
-Replica Púas – y en el trabajo las cosas
están muy mal.
-
Eres un mediocre, nunca le vas a poder dar nada a tu hija, por eso nunca me voy
a casar contigo. ¿Así es como nos vas a mantener? Lárgate de aquí hasta que
tengas algo que ofrecernos.
-
Déjame estar con la niña un poco más -Le pide a
Brenda-.
-
Tienes quince minutos para despedirse.
Púas se acerca a su hija y la abraza, ella le enseña
un juguete electrónico que recién ha abierto. Escribe en él -Te quiero, papá- y le da un delicado
beso en el cachete. A Púas se le sale una lágrima y la limpia con el pelo de la
niña, no quiere que lo vea llorar. Se promete darle una mejor vida y que la
próxima vez que lo vean será para irse con él.
Las
oficinas donde trabaja Púas son muy cómodas y refrigeradas, tienen gran
tecnología para facilitar el trabajo que realiza.
- Hola,
adelante Púas, siéntate. -Le dice el director del periódico al recibirlo en su
oficina. – te mandé llamar porque vamos a
abrir una sección nueva que se llama El Centinela y quiero que te encargues de
ella en el área de corresponsales, será una sección especializada en la zona de
guerra.
- Claro que sí, cuente con eso.
-Acepta Púas, aunque en lo económico no
representa nada extra, por parte del periódico, Púas se encuentra en una
situación desesperante. – ¿Cuándo será?
- No lo
sabemos, tú sigue trabajando normal y te aviso cuando tengas que cargar tus
maletas.
Cerca
de la casa de Brenda la pareja de Púas, hay un parque y se encuentra jugando
con su hija, la cual es la única hija de ambos. En este parque hay columpios
con resbaladero y una caja de arena para que los niños más pequeños jueguen
ahí. En esta pequeña caja está Brenda cuidando a la niña, quien se divierte con
sus juguetes de playa.
A
lo lejos, en la esquina del parque un camión baja pasaje, es Púas que viene a
saludar a su hija y si se deja, a Brenda también.
- Hola preciosas. -Púas se acerca
a las chicas. - ¿Cómo han estado? espero
que este fin de semana les haya ido bien.
- Seguimos igual, esperando.
-Replica Brenda con ligero humor sarcástico-.
- Sabes, he conseguido un departamento, lo voy a
cuidar mientras el dueño esté fuera de la ciudad, se fue a Los Ángeles,
California. Sería bueno irnos para allá mientras me recupero económicamente.
- ¿Oh si? -Brenda se pone
feliz -Amor, se dirige a la niña – tenemos casa con papá. -Le dice a
señas. Las dos mujeres se ponen felices y comienzan a bailar brincando en
círculos-.
Púas
se aparta un momento y se sienta en una banca a fumarse un cigarrillo. Un
sujeto se sienta a un lado de él, le ofrece fuego y le dice.
- Buen disparo el de la vez pasada. -
El Tipo Malo comienza la plática, quien viste de traje y corbata, pero lleva
botas militares. Púas no se sorprende del calzado porque están en tiempo bélico
y es normal llevarlos-.
- ¿Qué disparo? no entiendo.
-Contesta Púas-.
- No puedes disimular, no te preocupes no soy policía,
estoy aquí para contratar tus servicios.
- ¿Servicios? Sigo sin entender, yo soy reportero
gráfico y trabajo por salario, no tengo ningún negocio.
- Escucha -dice Tipo Malo
– Represento a los familiares de las
víctimas de los asesinos que han estado saliendo libres sin motivo aparente.
Son mujeres, niños e inclusive hombres que han sido afectados por este tipo de
delincuentes. También a empresarios locales que están preocupados por la ola de
secuestros y la inactividad del gobierno.
- Yo no soy ningún vengador.
-Alza la cabeza Púas y observa a Tipo Malo-.
- No estamos aquí por una venganza sino por justicia.
Cada lágrima, cada moretón, cada cabello arrancado y sangre derramada reclaman
justicia. Estos delincuentes no saben otra cosa más que hacer eso. No estamos
buscando una razón, no somos la autoridad psicológica en esto, ni venimos a
descubrir el hilo negro. En este caso, somos gente afectada que ya sufrió,
somos almas que están buscando su descanso y creo que eso te incluye también.
Tipo
Malo le sigue contando por un momento. –Teníamos
contratado a un militar israelí para hacer el trabajo pero supimos de tí y
preferimos alguien que conozca la zona.
Púas
se queda mudo, observa a Tipo Malo-Mi
respuesta sigue siendo no, lo siento. -Se para de la banca, se dirige a
Brenda quien ya tiene a la niña en brazos, la toma de la mano y se van
caminando.
Los
días pasan, Púas y Brenda arreglan el departamento que se les prestó. Ellos son
humildes y no la tienen elegante pero si limpia. Púas cada que puede visita a
su madre quien vive sola. En el trabajo los problemas no se han solucionado
pero tampoco empeora.
Siguen
los días calurosos, Púas está editando su sección de El Centinela. En esta
sección aún no se pone nada de la guerra en Centroamérica que le comentó el
director, pero si se pone los muertos por la guerra interna contra narcotráfico
que, en especial ese día fueron 75 muertos en diferentes partes de la república
y día con día aumenta esta cifra.
Luego
de una larga jornada productiva, Púas acostumbra a irse a un bar llamado
Hollywood, sólo para relajarse un poco, no para emborracharse. Este bar abre a
partir de las 12:00 del día y se encuentra a espaldas de la plaza Baja
California. Este bar tomó fama a finales del 1999 hasta mediados del 2007 entre
la juventud universitaria, antes de que la guerra por la droga llegara a
Mexicali. Ahora casi no es frecuentado pues los bares de moda son donde ponen
música norteña y de banda sinaloense que alaba al bando delincuente de esta
guerra.
En
este bar se encontró a unos amigos que tenía mucho sin ver, se alegró tanto que
perdió la noción del tiempo. Recordaron viejas hazañas cuando el rock era la
música que marcó época y estos, como músicos de este género, eran los tipos de
moda.
Mientras
tanto Brenda en casa, se encuentra llorando, amarrada a una silla y frente a
ella un Tecolín vestido tipo “Chinola”, con pantalón de mezclilla de marca
desconocida y color aperlado, huarache y calcetines blancos, el cinturón
facilmente le da vuelta y media a su cuerpo y el sobrante lo trae colgando.
Estas personas son originarias de Sinaloa, uno de los estados más peligrosos
del país y ostenta el primer lugar de narcotraficantes per capita, siento estos
idolatrados por su población.
Le
apunta con una pistola.
- No, por favor no vaya a disparar
-dice Brenda mientras mira de reojo a la puerta del cuarto-.
Tecolín
está en estado extremo paranoico, con signos de estar drogado en exceso.
- Quién está ahí -grita Tecolín -
nomas que me mientas perra, te va a
cargar la “chingada”. -Manipula la pistola en cada palabra mencionada-.
- Nadie, no hay nadie. -Llora
y alza el rostro al techo mientras cierra los ojos cubiertos de lágrimas.
Tecolín
entra al cuarto y saca a la niña envuelta en una cobija, aún dormida, se la da
a Brenda para que la cargue.
- Llévese lo que sea pero no nos haga daño, por favor.
Se lo suplico.
- Tú que “ijiste, ete a´boso”, pos si vengo por
“utedes” vieja pendeja. “U´tedes, u´tedes se cree-en” muy listos por tener
“educancia”, son unos… -se pausa un rato y piensa en la siguiente palabra que
dirá, se acuerda -Ah, burgueses, unos
burgueses. “No´hotros” hicimos la revolución y nada que nos ha hecho justicia.
-
¿De qué habla? -preguntó Brenda- Somos
pobres, estas robando a gente pobre.
- Cállate “hendeja”, te quiebro, a mi me vale. Tú
crees que a mí me importa eso, por mi muérete, ¡ops! es lo que he venido a
hacer.
El
primer disparo se lo da a la niña, el segundo se lo da a Brenda y el tercero
entra por la boca y sale por la nuca de él mismo. La sala entera se inundó de
sangre. Los disparos fueron con un arma corta, con silenciador y no alertó a
nadie alrededor.
La
plática en el bar es muy buena pero Púas se ha emborrachado lo suficiente y
siente que no puede más, se siente mal. Carlos, uno de sus amigos se ofrece a
llevarlo, este acepta.
- Sabes -dice Púas- Recién me acabo de venir a vivir con Brenda
para acá, aunque mis problemas económicos siguen estando, teniendo a mis dos
niñas conmigo me hace salir adelante.
Dan
vuelta a la calle, Carlos lo deja en su hogar y se va. Este entra a la casa y
está todo oscuro. Camina con dificultad, no sólo por el estado etílico si no
porque se tropieza con los cuerpos. Llega al mando de luz y la prende.
En
“shock”, se queda helado al ver los cuerpos. Sólo unos segundos bastaron para
que la borrachera desaparezca y se diera cuenta de la gravedad de lo sucedido.
Se cae de rodillas y comienza a gritar, abraza a Brenda y arrastra a la niña
con ellos.
-. ¡Despierta! mi niña, ¡despierta!
-grita mientras se balancea en su lugar, abrazado de las dos- Despierta, despierta, repite constantemente.
-Púas se ha llenado de sangre todo el cuerpo, el olor a fierro es muy fuerte.
Sin dejar de llorar desamarra a Brenda, la lleva junto con la niña, la cual se
encuentra totalmente envuelta en la sábana, y la recuesta en el sofá.
Toma
por el cuello de la camiseta a Tecolín y lo comienza a estrellar a suelo
preguntándole repetidamente: ¿por qué? Sólo quiere saber eso.
El silencio cubre lo que un día fue un
hogar feliz, la oscuridad se comienza a disipar por el amanecer, la luz entra
por la ventana que da a la cocina e ilumina la sala también. Púas le ha clavado
pequeñas tachuelas a Tecolín por todo el cuerpo tapando por completo el color
de su piel.
Un
estruendo irrumpe el silencio, Púas no se da cuenta, para él la ausencia de
sonido sigue, se encuentra ido de mente con la mirada fija hacia ningún lado.
La policía entra a la casa y atiende a Púas, este no le interesa nada y se deja
hacer lo que sea, la vida poco le importa ya. Un cigarro sin fumar y con la
ceniza sin caer adorna su mano derecha, en su rostro se dibuja el chorreo de la
sangre que a esa hora ya está seca.
Las
mujeres ya están tapadas y con veladoras, tienen a sus pies flores maltratadas
por lo tosco de su despojo de la tierra, ensuciando, de esta manera, a las
merecedoras de estas rosas.
- Lo más duro de vivir en pareja es tener que
sepultarla, pero más duro y doloroso es tener que sepultar a los hijos cuando,
por el proceso natural de la vida, son ellos los que nos tienen que sepultar a
nosotros. -Habla en su mente y repite también- En este caso se une el deseo de venganza que
no se puede desvanecer, el asesino se suicidó y la intriga me carcome. Me
pregunto ¿porqué hizo esto?... Ni una carta, ni una amenaza previa. Sólo vino
mató y se suicidó. ¿Contra quién tengo la rabia que en mi interior crece? Y la
pregunta del millón ¿contra quién desahogo mi deseo asesino?- Finaliza.
Mexicali,
la ciudad donde vive fue construida sobre desierto, poco o casi nula es la
lluvia ahí pero, pareciera a propósito, esa temporada caen aguaceros que
parecen no terminar, tal como si fuesen las lágrimas de los ángeles por el
intenso ardor de Púas y el deseo de muerte. O es acaso que la muerte prepara el
sendero donde caminará para recoger las almas de quién vino a reclamar.
Ha
pasado más de un mes de la trágica muerte de las dos mujeres que más amó Púas y
éste aún no se recupera. Pelo largo, desaliñado y sucio. La barba le tapa todo
el rostro y su comida la compra en la calle, sólo sale él con su cámara, cumple
con su trabajo y se regresa a casa. El teléfono pocas veces lo toma, le deja el
trabajo a la máquina contestadora.
La
mayoría de sus llamadas son de su madre y amigos tratando de animarlo,
invitándolo a comer o a fiestas pero él simplemente los ignora. Hasta que una
llamada le aclara la mente; es Consect.
- Púas, amigo. Siento mucho lo que pasó pero,
sabes… Estoy metido en un problema y necesito efectivo. Recuerdas lo que te
llevaste de mi casa… este… mmm, me pregunto si tendrás un abono. Disculpa que
te lo diga por teléfono pero, he ido a tu casa y no hay nadie... este, si no lo
tienes no hay problema, pero sabes. Estoy necesitado, ¿entiendes? Bueno, si
puedes pasa por el “cantón” y arreglamos eso. Bye… ¡supéralo! Paz.
En
ese momento todo se le aclaró, había olvidado por completo el rifle, pero no
para pagarlo sino por la utilidad que le puede dar a su venganza.
El
primer asesinato fue un trauma para él pero, con la muerte de su esposa e hija
ya no tiene nada que perder. Va hacia el garaje de la casa y de una alfombra
que saca del armario desenvuelve el rifle, lo carga, lo arma y sonríe.
A
partir de esa noche se le quitó la cara triste, cambió su semblante por
completo. Ahora puede caminar por la lluvia sin miedo a mojarse, tiene un
propósito en la vida. Él lo ve claro, sabe que matar es malo pero, ¿quién
extrañará a delincuentes? ¿Quién los defenderá en caso de que les pase algo?
Cuando
era niño, -recuerda- en la casa del vecino agarraron a un ladrón, la policía
llegó y el mismo gendarme dejó que el ofendido le metiera un descontón, todos
pretendimos no haberlo visto, pero creo que se lo merecía por tener derecho a
venganza, la justicia llegará después. Sólo que la justicia, en este tiempo no
existe, la venganza será la única justicia que conocerán los enemigos públicos
de esta ciudad.
- Mataron a mi familia y el responsable se quitó la
vida, ahora voy a buscar venganza con quienes hagan lo mismo, acorralando como
ratas y matando a la gente mala.
En
la ciudad hay dos tiendas de música afamadas, una de ellas es musical Baja y la
otra, por ser la primera aún más famosa tiene de nombre: Musical Sánchez, esta
última se encuentra sobre el bulevar López Mateos, frente a la primer plaza
comercial exitosa que tuvo Mexicali, La Cachanilla.
Púas
va a este centro de venta musical y pide un estuche de guitarra, el dependiente
le enseña varios y escoge el más discreto, liviano y con un buen mango
anatómico, por aquello que tenga que andar a pie por la calle, no querrá verse
en un problema de robo.
Llegando
a casa pone el rifle en el estuche, espera a que caiga la noche y se mete al
hogar del vecino, se viste con su uniforme. Éste trabaja en la Comisión Federal
de Electricidad se pone el overol, casco, guantes y se lleva un imán pequeño
que lo pone en la puerta de su carro e indica que su vehículo es parte de la
flotilla de la empresa eléctrica federal.
Llega
a una casa de departamentos, habla con la dueña de estos y le explica que tiene
que hacer una revisión de rutina, Púas entra al departamento, se asoma por la
ventana trasera y observa que da directamente a la salida del edificio de los
juzgados donde se les lleva el proceso a los criminales más polémicos y
sanguinarios de la historia y que, misteriosamente están saliendo todos libres.
A
un lado de estos departamentos hay una casa abandonada y se pasa por el patio
trasero, saca de la caja de herramientas la mira telescópica del rifle sólo
para observar que tanta visibilidad puede tener hasta su objetivo. Ésta es
impecable. Guarda las cosas, sale del departamento no sin antes preguntarle por
la casa contigua que está abandonada. Esta le contesta que no sabe nada, los
dueños se fueron y no han vuelto.
Al
día siguiente, Púas entra con sigilo a la casa deshabitada, se acomoda una
silla de playa, con el rifle en mano, espera a que den las 12:00 del mediodía,
toma un cigarrillo y lo prende, le da una bocanada, abre un paquete de chicles
y se come un par. Si hay una cosa que más molesta a Púas es tener que esperar,
pero por esta ocasión está siendo paciente, él sabe que debe de serlo.
El
reloj marca con sus manecillas el tiempo que transcurre, Púas se pone en
posición, con una cobija cubriéndolo, del mismo color que la recámara donde
está.
Observa
por la mirilla que sale varia gente del edificio, todos vestidos de smoking,
aún no ve nada interesante. De pronto observa a un sujeto con una tejana de
sombrero, en sus muñecas pulseras y esclavas de oro muy gruesas. En el cuello
una cadena grande del mismo material y con la figura de una AK-47, la camisa es
de seda y con el rostro de Malverde en la espalda y botas picudas, Púas dice.
- Este es. -Recita el salmo
142, 2-3- Invocaré al señor con toda mi
voz, con toda mi voz invocaré al señor; expondré mi queja ante él, expresaré mi
angustia en su presencia. -Terminando de decir el salmo todo se enmudece y
dispara, sólo el canto de las aves se escuchaba y fueron interrumpidos por el
certero disparo que mató a la víctima-
A
partir de este asesinato, o como lo llamó el Tipo Malo que lo visitó en el
parque; acto de justicia, comenzó la serie de crímenes para ajustar las cuentas
con las víctimas. Púas se valió de su trabajo en el periódico para estar al
tanto de los crímenes cometidos en la ciudad y del avance en los juicios. Para
luego ir con el juez, con quien ya había hecho amistad, saber dónde y a qué
hora sueltan al criminal.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario