sábado, 4 de junio de 2016

Miradas perdidas en la oscuridad



Por Gilberto Cruzmanjarrez

A los involucrados en este escrito se les ha cambiado o suprimido el nombre por razones de anonimato.


Todo comenzó en un día muy especial para Karina, el día de su regla, la primera vez. Mientras su hermanita de 8 años corría entre la sala y los cuartos, Karina se escondía en el baño apenas dividido entre paredes de cartón y triplay doblado por la humedad.
La madre no se involucraba mucho con ellas, trataba de calmar a la niña chiquita y apresuraba a la grande. Con un cigarro en la mano le alcazaba una toalla sanitaria y le indicaba como ponérsela, Karina era feliz por eso.
El papá de Karina es peón en la obra, apenas gana 50 pesos diarios y trabaja tres días a la semana, con el poco dinero que trae se compra cerveza y un poco de comida para su familia.
Karina, ese día no fue a la escuela por obvias razones, se quedó en su casa a esperar a que le pasara el flujo. La madre de las niñas sale a limpiar casas por la mañana cuando el marido no está, siempre llega antes que él y se pone a drogarse con lo que gana.
Este lunes la casa se quedó sola, Karina encima de su cama en forma fetal repasaba la manera de decirle a sus amigas lo que le había pasado, ella emocionada lo repetía una y otra vez, sólo se detenía para aguantar un poco los cólicos.
La puerta de su casa rechinó, no tiene bisagras, Karina se asoma para ver quién es y ve a su padre entrar con una mujer mal vestida. Se meten a la recámara principal y comienzan a tener sexo.
El padre, confiado que nadie estaba en la casa, comienza a transformarse, Karina apenas reconoce al señor que está encima de la Dama, este la golpea mientras su contra parte gime de placer y le grita incitándolo a seguir con su agresión.
En cada golpe él la insulta diciéndole en cada momento lo mujerzuela que es y marca el deseo de seguir penetrándola. Karina quien nunca había visto así a su padre se asusta, se tapa los oídos y se esconde en un rincón de su cuarto.
La dama le comienza a decir “Papá, hazme esto… Papá hazme tal cosa…” y el señor, por sus gestos y risas, se notaba que le gusta eso. “Soy tu hijita…”, decía la mujer y el señor le daba más nalgadas. A Karina sólo le rodaban las lágrimas y no le quedaba otra, más que callar.
En silencio, la niña caminaba hacia la puerta de salida, desde la recámara hasta su objetivo tenía que pasar por donde se encontraban los adultos haciendo lo antes descrito. Tratando de no hacer ruido camina hasta pasar por la puerta del cuarto en cuestión, cierra los ojos y sólo se oye que la mujer pronunciaba repetidamente “Es tu hija… Tu hija…” y el señor le respondía con el diálogo de costumbre hasta que la señora le señaló con el dedo el lugar donde estaba la hija del señor.
Este se sorprendió mucho y pegó un salto poniéndose los pantalones a medias y sin camiseta, la tipa sale corriendo de la casa enojada, maldiciendo al padre de Karina.
-          Y tú qué haces aquí, ¿porqué no fuste a la escuela? –pregunta el señor.
Karina no responde, desde ese momento siente un dolor en su corazón que nunca había experimentado, la rabia, la ira, el enojo; está totalmente desilusionada pues el concepto de su padre era distinto. La madre nunca le ha permitido convivir con él, sólo la despedida de buenas noches y los buenos días por la mañana y es por eso que no lo conoce muy bien.
-          Respónde chamaca desobediente ¿qué haces aquí?, -insiste el padre.
Karina baja su cara y aprieta con su mano derecha una almohada que tiene abrazando. El padre se le acerca y pregunta por la madre, Karina no responde.
                -Así que el ratón te ha comido la lengua, -le toca el mentón alzándole la voz-
Se la lleva al sillón o, a lo que algún día fue un sillón, en la sala, toma un pedazo de mecate y le baja los pantalones, se la pone en el regazo para azotarla en los glúteos pero se da cuenta de la sangre y desiste en su intento.
El padre se para rápido y soltó a la niña en el piso.
-          Así que ya eres una señorita ¿eh?, ahora te enseñaré como mantener a la familia, ya te habías tardado. –sonríe el tipo.
Durante ese día el padre la amenazó con que no le dijera ni una palabra a la madre de lo que había visto esa mañana, de lo contrario la pasarían muy mal todos. Las amenazas eran constantes y se alargaron durante toda la semana, el padre la revisaba todos los días para ver si ya había cortado la sangre. El día que sucedió, terminó de brotar la sangre para darle paso a los sollozos y lágrimas, las que cuando tocaban el suelo sonaban como copas de cristal cortado en el pavimento.
Es duro sentir el proceso de cómo en un par de minutos te puede cambiar la vida, tener la noción de que es muy corto el tiempo en el que puedes estar de un determinado humor, situación y condición física, pasar a un obscuro y nebuloso panorama, donde el dolor, desesperación y que la muerte de la esperanza e ilusión te invade por completo.
La secundaria donde va Karina, aunque queda en la misma colonia, está un poco alejada de su casa. Entra a las 7:00 de la mañana y sale a las 12:00 mediodía, ese día en especial no se sentía a gusto, recuerda que estaba en el baño de mujeres, con sus amigas cuando una más llegó corriendo para avisarle que la buscaban en la entrada, -es tu papá- dijo la niña, Karina se asustó y comenzó a sudar frío.
Mientras camina a la entrada se pregunta, qué es lo que pudiera estar pasando, piensa que no ha de haber sido por lo de aquél día, ella no ha dicho nada. Llega a la dirección y su padre está ahí despidiéndose del director y contándole un cuento para llevarse a su hija de la escuela.
Las calles en ese barrio son de tierra y en algunos lugares hay muchos hoyos, la policía no entra a esas colonias; hay que cuidar las patrullas. El padre la toma de la mano y se dirigen a su casa la cual, como es costumbre por la mañana, está sola.
Llegando a la casa la dirige a la cama donde duerme Karina y le dice que lo espere ahí, va a la cocina y del refrigerador saca una cerveza y se la toma de un solo sorbo, lanza un gruñido y se truena el cuello, se desabrocha el pantalón y se dirige al cuarto con Karina, esta no sabe qué pasa, el padre la voltea ahí mismo en la cama boca abajo, le sube la falda, la quita los calzones y la penetra mientras con una mano le aprieta la cabeza hacia la cama para que no intente zafarse.
“Es como aquellas veces que te pegas una cinta adheciva en el brazo, encima de todos los bellos, y te lo vas despegando muy lentamente, está tan adherido a la piel que duele cada centímetro miestras se separa, es un dolor seco, físico y sentimental, me salen las lágrimas y la ira me comienza a ser presa, pero él sigue y al entender que no hay salida no te queda otra más que aflojar y resignarse, tal vez otras hubieran reaccionado diferente, tal vez no, pero así fue como yo lo hice y no podía luchar contra la fuerza de ese hombre de más de cien kilos…”
Karina estaba bañada en sus propias lágrimas, los tubos humectantes de labios sabor cereza ya no tendrían el mismo aroma en adelante, los sueños que guardaba debajo de la cama jamás volverían a asomarse y la fe, la esperanza junto con sus ilusiones, ese día la abandonaron para nunca regresar.
La madre llega y se da cuenta que el tipo está en la casa, este la golpea y la cuestiona sobre sus salidas matutinas, ella no le contesta pues el dinero que gana lo usa para drogas y no le comparte a él ni un solo peso.
La madre va al baño a lavarse la sangre por los golpes y el papá se asoma con Karina, le llama con un sonido vocal diciéndole que cuidado y diga algo.
Para la noche el señor tiene una fogata y reúne a los viejos de su trabajo, algunos trajeron invitados igualmente señores y otros trajeron a sus hijos, todos alrededor del fuego con cerveza en la mano.
Karina está encerrada en su recámara y amarrada de un pie a su cama, sin moverse, el padre comienza a cobrar a los presentes y uno a uno pasan con la niña. Cincuenta pesos por tocarla, 75 si se quieren masturbar frente a ella y cien pesos “servicio completo”, como lo dijo el señor a uno de los viejos.
Esa noche no hubo quien pagara el máximo, así que solo se limitaron a manosearla y mancharla con sus espermas pero, aun así el padre se encargó de que no olvidara lo que se siente ser penetrada.
Estaba apagando las luces cuando la sombra de un auto traspasa la ventana principal, donde solo había cortinas pues la construcción no podría un vidrio ahí. Del carro baja un tipo joven, bastante parecido y del copiloto uno de los señores que pagó por entrar con Karina.
EL padre sale de inmediato y platica con el viejo.
-          No me vayas a traer gente extraña, -dice el padre de Karina.
-          No cabrón, este wey es de lana, es barrio, sólo que se viste muy catrín. - Responde el viejo.
El joven entra a la casa y le da 200 pesos al padre, este se emociona y le señala la puerta en la que debe de entrar. La madre que observó todo desde el primer “cliente” se limpia las lágrimas y mira los billetes que tiene su marido, ya sin prestarle atención a la recámara de Karina.
Dentro, el joven se sube a la cama dándole la espalda a la puerta, esta no cierra bien. En voz silenciosa le dice a Karina que no haga nada y se desvista. Le toca los senos, acaricia cada curva de su cuerpo, toca cada centímetro de su piel. Constantemente le dice lo suave que es.
-          ¿qué edad tienes? – le pregunta, Karina no responde. Voltea por encima de su hombro derecho hacia un pequeño banco, observa el uniforme de la secundaria. Con rapidez se baja de la cama, se abrocha un poco más la gabardina y sale del cuarto.
Llega a la sala con los padres quienes estaban sentados contando el dinero.
-          ¿Cuanto por la niña? –le pregunta al viejo.
-          Cien, servicio completo –responde.
-          No, no me entiende. La quiero para mí, póngale precio. –dice el joven.
-          No mi Catrín, no la vendo. Me va a dar más si la conservo.
-          Está bien, como quieras. –se pone unos guantes y sale de la casa.
-          Mira nomás, quererme comprar a mi gallinita de los huevos de oro –se dirige a Karina. – apenas va comenzando –voltea a ver al la otra niña. –ya que trabajen las dos juntas veremos que hacemos.

Fue un día largo, el reloj marcan las 5:00 de la mañana y el sol aun no sale, la niña tiene sus ojos rojos de cansancio por llorar, no tiene sueño pero se acurruca en la orilla de la cama, pegada a la pared, temblado por el frío y por el miedo también.
Un estruendo ensordeció el panorama, la puerta principal de la casa revotó hasta la fragil pared de la recámara, en el hueco que dejó esta, entra el escuadrón de la policía con metralletas por delante. Los Padres se quedan sorprendidos y quedan sentados en el sillón sin hacer nada.
Karina se despierta exhaltada pero sin moverse de su lugar, sólo observa la acción de la policía que llegó para llevarse a sus padres. Una Van y cinco patrullas. En la Van subieron a los padres y en una patrulla, donde había civiles bien vestidos, subieron a la hermanita de Karina. En menos de mediahora toda la accion terminó, nadie se dio cuenta de la presencia de la hija más grande de la pareja, sólo de la chica.
Los amaneceres son hermosos, el apreciar la obra esacta de la naturaleza es una alago para los ojos del ser humano pero, ese día en especial, el amanecer fue doloroso, sangriento, desepcionante, lleno de lágrimas y todas las cosas traumantes que se puedan describir. En fín, Karina, ese día miró directo en el rostro de la maldad; la verdadera intención de la vida.
No se necesita mucho aire para levantar tierra, en la calle donde transcurrio la tragedia, las piernas de Karina apenas rompen un pequeño remolino que se formó en medio de la acera. Con la mirada perdida en el horizonte, sin haberse cambiado de ropa y el cuerpo sin movimiento, el chillido de los oídos se fué para darle paso a una vocecita chillona de un vecinito que salió de su casa para platicar con Karina.
-          Oye… oye… Karina… -Dice Carlitos.
-          ¿A donde fueron? ¿viste a donde fueron, Carlitos? –pregunta la niña sin voltear a ver al chamaco con una aparente calma.
-          En uno de esos carros con luces –responde- ¿Te has subido a uno de esos?, Mi papá dice que sólo la gente mala esta en esos carros, no importa si los conduce o está de pasajero.
-          Tu papá es inteligente, Carlitos.
-          ¿Te dieron un balazo, Karina? ¿Te duele?
-          No Carlitos, ¿por qué dices eso?
-          Tienes sangre en las piernas, Karina.
El cuerpo humano es extraño y su actuar es más. Cuando Karina observó la sangre entre sus piernas cayó desmayada, no por que tuviera fobia a la sangre, tal vez por el cansancio o por el trauma que el día anterior le tocó vivir, pero su conciencia ese día no estuvo con ella, fue abandonada para que pudiera descansar, no importa donde haya caído, ni donde esté, ella está soñando y piensa estar segura.
...
Soundtrack

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