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domingo, 11 de agosto de 2019

Pescando Gaviotas


 

    Googles puestos, un par de bolsas con arena amarradas a la cintura, mangera larga, un extremo la muerdo firme y el otro está fuera del agua atorada con unas piedras.
    Camino torpemente por la orilla de la playa hasta llegar donde la marea tapa mis hombros. Doy una bocanada, veo que sí puedo respirar y me sumerjo.
    Nado boca arriba a 20 centímetros de la superficie, saco de mi bolsa pequeños peces que uso de carnada, me dispongo a pescar gaviotas, pero estas no se acercan, cuando menos no como otras veces.
    Siento que algo toca mi hombro derecho, ya me habían advertido que en esa zona vieron tiburones, pero supuse que fueron alucinaciones de una histeria colectiva por los recientes accidentes que ha habido. Yo estoy casi en la orilla.
    Me paralizo y no puedo voltear, siento el contacto ahora por la espalda, cierro los ojos y sólo espero la inminente sacudida a la cual seré objeto.
    Ya pasaron 5 minutos, abro un ojo seguido del otro, frente a mi y por fuera del agua veo el rostro de un anciano observándome fijamente y con una sonrisa de oreja a oreja, me ayuda a incorporarme y mientras lo hizo me dice:

    - ¡¿Te asusté?!

martes, 30 de julio de 2019

Cáscara (cuento)


 

    Caminando por la banqueta esquivando los charcos, zapatos viejos y rotos. Gort, tipo viejo, cara con arrugas muy marcadas de tez morena y en su cara reflejaba el cansancio de la vida, vestimenta estilo militar. Se acerca a la parada de camiones, la noche es fría, oscura y húmeda, acaba de terminar una ligera llovizna y en la calle hay charcos de agua estancada, esto por la mala calidad del alcantarillado pluvial.

    En la pared, por detrás de quienes en este sitio se juntan a esperar el transporte urbano se observa un letrero de neón grande y luminoso, aunque con fallas, invitando a consumir cigarros vitamínicos la presentación que ahí se promociona es de "Complejo B; las mejores vitaminas ahora para fumar" rezaba el letrero.

    
Gort se aleja de la gente, parece tenerles pánico, constantemente voltea a su espalda, en momentos se queda viendo fijo a la oscuridad y se tapa con el gorro de la sudadera la cabeza, parece que le preocupa algo mas que el que el transporte público, a e´l no se le ha mojado el rostro o el cabello. El camión llegó, Gort no se mueve a él hasta que está en alto total. Toda la gente sube al camión, Gort es el ultimo, pero aun así alcanza asiento.

    De su bolsillo trasero saca una tarjeta y la pasa por un dispositivo que marca el precio con la leyenda de "Pagado", la plumilla de la entrada se levanta y camina hasta su lugar. El camión está iluminado con luz blanca, de esa que a la primera exposición hace que te duelan los ojos, pero no le hace mella Él camina hasta un sillón, se sienta. Observa a su alrededor, los pasajeros son en su mayoría estudiantes de secundaria, éstos se le quedan viendo.

    El camión termina su ruta recorriendo un camino que duró por espacio de quince minutos, el clima empeora, la pequeña llovizna se convirtió en aguacero y 
Gort no quería bajar. El chofer le indica que es el ultimo y tiene que bajar, el Tipo no quiere, se rehúsa a hacerlo.

    El encargado del transporte camina hasta 
Gort y lo toma de un brazo, le da un par de puñetazos en el rostro y lo baja por la fuerza. Gort cae al suelo y queda empapado en la banqueta y desde el interior de su cuerpo comienza a salir humo y chispas que van quemando la ropa que trae puesta. La piel se va derritiendo como plástico en la lumbre y deja ver poco a poco el esqueleto lleno de cables de cobre y chips fundidos. La gente hizo un circulo alrededor de Gort y vio todo atenta, al final del espectáculo tomó sus pertenencias y se fue del lugar indiferente para continuar con su vida.

    A lo lejos se oye venir un camión recolector de basura, en él hay unas bocinas externas con melodías de Mozart tocadas el estilo electrónico. Dentro de la cabina, al Chofer le indican por la radio frecuencia que uno de los autómatas cosechadores sufrió un desperfecto. El copiloto de la unidad murmura:


     -¿Por que vienen si ya saben que no se tienen que mezclar entre nosotros?
    La noche es más oscura y al camión lo ilumina un arbotante, la lluvia arrecia y solo se aprecia a lo lejos a contra luz la silueta del camión recolector y al lado dos tipo levantando con palas los restos de Gort que al principio de la noche tomo el camión con la esperanza de llegar a su hogar.
    

miércoles, 17 de julio de 2019

Revolución sin piedras


    El carruaje va lento y es mas bajo a diferencia de los demás, este no es jalado por caballos, en cambio, en el baúl de enfrente tiene una máquina que echa humo, eso lo hace avanzar. El carro es negro, parece un ataúd con ruedas. No me gusta, es muy ruidoso. No tiene techo, dicen que los que si lo tienen son mas caros, si embargo a mi Tío, dueño de este carro, le gusta ser observado manejando, por las jovencitas del pueblo.
    Mi madre recién enviudó, nos dirigimos a vivir con el tío Pelagio, hermano de mi padre y dueño de la hacienda agrícola, esta se extienden por mas de 50 kilómetros a la redonda, una vez llegando, el chofer estaciona el carro.
    Nosotros venimos de un pueblo humilde y no estamos acostumbrados a los lujos ni a los modales. Intenté abrir la puerta del vehículo para ser el primero en saludar al Tío. Mi madre me detuvo en el acto.
   - La puerta es asunto del chofer, si la abres le faltas al respeto.
   Mi madre se ha preocupado por educarme adecuadamente en los códigos de etiqueta y tengo que hacer lo que ella sugiere. 
   La primera en bajar es mi tía Alicia, ella es muy agradable y está siempre de buen humor, me cae muy bien, menos cuando me pellizcara en los cachetes al saludar. Siempre viste con atuendos hermosos. Hoy lleva uno blanco y la falda mida casi dos metros de circunferencia, creo.
    - Gracias, Jaime. Le dice al chofer mientras sostiene la portezuela del carro.
Mi madre repite lo mismo y cuando es mi turno en bajar, le pregunto por mi tío Pelagio.
   Jaime, el chofer, tiene una cara muy estirada y aunque su rostro parezca estar viendo al cielo, sus ojos están al pendiente a todo lo que sucede al su alrededor.
   - Salió, señorito, parece que hubo problemas en la capital.
   La hacienda es grandísima, el garaje donde se guardó el carro se fusiona con la estancia de la casa la cual está tapizada en azulejo, el suelo está ajedrezado y adornado en la paredes hay estatuas de marfil.
   La tía Alicia hace perfumes y toda la casa huele muy río. Tiene un pequeño laboratorio a un lado de la entrada para que el aire distribuya el aroma por cada uno de los rincones de la casa.
   Del sillón tomé un cojín que tenía un aroma dulce, cerré los ojos, al abrazarlo sentí como si una nube se paseara por mis brazos, acomodándose anatómicamente a mi figura, me sentía tan agosto que me dieron ganas de acostarme en él. Si el hombre pudiera volar como lo hacen los pájaros, seguro así se sentiría, pensé.
   Mis fosas nasales se embriagaron con el aroma, mis partes erógenas se estremecieron, yo solo tenía diez años, pero sentía en cada miembro de mi cuerpo los latidos del corazón.
   De un fuerte estruendo azotaron la puerta de la entrada despertándome de mi sueño, era el capataz de la hacienda.
    - ¿Ya llegaron? preguntó apresurado.
   - Acá estamos, en el laboratorio, pero solo es uno. Contesta la tía Alicia.
  Yo aun estaba ensordecido por el violento sonido de la puerta, el carraspeo de los botas en el suelo era peor que una hoja de papel tratando de borrar la tiza en el pizarrón escolar.
   El capataz volteó a verme y con voz burlona, tratando de esconder la risa dijo.
   - Es muy flaco, pero servirá. Ven acompáñame, te voy a presentar a mi hijo, él también nos ayudará en la montaña.
   Volteé a ver a mi madre, ella nunca me dijo que me pondrían a trabajar, mucho menos que la haría de peón.
   - Ve acompáñalo, te enseñará a ser útil a la hacienda. Dijo mi madre y con su mano señalando la puerta de salida.
   Los oídos aun me chillaban, pero pronto salimos de la hacienda fueron recompensados a través de la vista. Los campos de cultivo eran una gran alfombra de colores. Tal como los sueños de un fotógrafo, pero a diferencias de sus capturas, esta imagen si retenían con fidelidad la estela de colores.
   El primer campo estaba sembrado con hortalizas, todas de colores diferentes, pintado de amarillo que se extendía hasta donde la vista alcanza a observar, las parcelas estaban divididas solo por unos surcos de agua.
   Yo no era conocedor de lo que ahí se sembraba, pero eran vegetales muy coloridos. Los verdes estaban en todos los tonos, según avanzábamos montados en el caballo, los colores cambiaban. El rojo era un sembradío que lucía en todo su esplendor, parecían borbotones de sangre que crecían de la tierra y contrastaban con la vestimenta blanca y brillante de los peones que cosechaban.
   Avanzamos sobre las parcelas y pasamos el glorioso extasis visual para llegar a un pequeño camino pedregoso en medio de dos riscos.
   Alrededor de este camino hacía la empinada, había cerca de dos mil sombreros con un fusil cada uno, distribuidos por ambas partes de los riscos, era muchos y estaban escondidos entre las piedras.
   El hijo del Capataz, niño como de unos 13 años, muy alto, sin embargo no mas musculoso que yo, me llevó por detrás de uno de los riscos, por un sendero que pasaba por cada uno de los escondites donde estaban instalados los sombreros con los fusiles para amarrar a los perros. Poníamos dos en cada puesto, cada uno tenía por lo menos cinco fusiles apuntando a la vereda.
   Una vez que terminamos con los perros, nos fuimos a esconder a la altura media de uno de los riscos, ahora podíamos ver todo a nuestro alrededor. El Capataz llegó con nosotros y nos dio un fusil a cada uno.
   - Le explicas, parece que él nunca a disparado uno antes- Dice el Capataz mirando a su hijo.
   Tomé el fusil, era magnificente al tacto, agradable, duro, pero resbaloso como si fuera de oro en vez de fierro, el magno de madera, parecían las piernas de una dama que coquetea constante contigo. Mi rostro comenzó a acariciar el arma y yo la observaba fijamente. El Capataz interrumpió.
   - ¡Cuidado niño! las armas son como las mujeres; si te enamoras a primera vista, quien te sedujo fue el Diablo y, al igual que ellas, las tienes que manejar con mucho cuidado.
   De inmediato me aparté del arma, la mantenía colgada en mi hombro y apuntando al suelo.
   Pasó medio día de estar en un solo  lugar e inmóviles, a lo lejos se veía una columna continua de polvo que se levantaba por el mismo sitio que se extendía el camino, el Capataz observaba con sus binoculares a los forasteros, se sube en su caballo y se pone en el sendero, en medio del camino.
   Una vez que los visitantes llegaron al camino empedrado titubearon para entrar, observaron las paredes de la colina y detuvieron su marcha. El Capataz salió y les preguntó sus intensiones. NO alcanzamos a oír, donde nosotros estábamos era muy lejos y solo se oían los murmullos, a nuestros oídos solo llegaba el zumbido del viento helado que anunciaba que la muerte se transportaba junto los visitantes.
   Eran casi 200 mil revolucionarios, todos armados hasta los dientes, venía cada uno en su caballo y en el rostro reflejaban la ira guardada por años de abusos. Mi compañero y yo poníamos atención al líder de los visitantes, pero no se podía oír mucho hasta arriba. El Capataz les dio un papel firmado por él mismo y les dejó libre el paso. Mi compañero volteó a verme.
   - Creo que dijo que van a Zacatecas. Volteó a seguir tratando de escuchar.
   Los perros no dejaban de ladrar. El Capataz nos hizo señas y los visitantes continuaron con la marcha.
   - Son revolucionarios, para ellos somos el enemigo por trabajar en la hacienda, sin embargo, nosotros también queremos que caiga el mal gobierno, así que nos tenemos que defender de ellos y también atacamos a los federales. Me explica el niño.
   Una vez que pasó todo el ejército revolucionario, nuestro jefe fue por nosotros para ir a comer; una vez que salimos de la trinchera mi compañero y el Capataz trataron de no reírse de mi, no me había dado cuenta que me había orinado en los pantalones al pensar que iríamos a batalla.
   - No te preocupes, a mi me pasa seguido también, es normal. Me dijo mi compañero al mismo tiempo que subía al caballo.    
     Al regresar a la hacienda mi madre me recibió con un gran abrazo y repetía constantemente.
   - Ya eres un hombre. Al verme con el fusil y todo miado.
   Después de un merecido baño nos sentamos a la mesa, en ella había el mejor caldo de pollo que he probado en mi vida. cada uno de los ingredientes se manifestaron galopantes en mi paladar, cada cucharada era un suspiro de gratitud por haber salido con vida y por tener la oportunidad de seguir disfrutando de estos detalles.
   Al terminar le dije a mi compañero si les íbamos llevar de comer a los atrincherados, él se rió.
   - ¿cuales? preguntó. - Los que viste el la colina son señuelos, en la montaña solo estábamos nosotros tres, pero si te decíamos eso desde el principio, capaz de que no solo te hacías pipí.
   - ¿Cuantas balas se disparara hoy, Alejandro? Preguntó mi tía Alicia.
   - Ninguna, señora. respondió el Capataz. - hice gala de mi talento diplomático para eso, recuerde, señora mía, que la mejor guerra es donde no se percute ninguna bala.
   El tío Froilán nunca llegó, parece que se unió al nuevo gobierno constitucionalista y fue uno de los redactores del documento que garantizaría la convivencia  de cada uno de los ciudadanos de este País.

sábado, 6 de julio de 2019

Cortometraje: Interior




Cineminuto Interior. Integrante de la selección oficial del festival de video experimental del ICBC del 2009.
Este corto fue hecho originalmente como parte de una serie de cine minutos con temática sobre "Parafilias".
Disfrutenlo y comenten.

martes, 14 de junio de 2016

El diablo está enojado, Episodio 1. Kirieleison (Introducción)


Conoce a Pancho Metralla
En algún lugar en el tiempo por las calles de Mexicali, ciudad desértica que alguna vez fue la cuna del imperio algodonero más grande del mundo y que ahora es el puerto espacial alimentador de Caza Recompensas más sanguinarios, se encuentra un mundo avanzado en tecnología y toda está fabricada al estilo Steampunk. Objetos hechos de engranajes, funcionando con energía a vapor y los artefactos más pequeños son de cuerda; grasa escurriéndose a las cosas para poder funcionar.
Una época donde se conjuga lo material con lo espiritual. Al mismo tiempo puedes encontrar a Cristo en billetes de 20 pesos como en las monedas y jugadores de futbol. Todos estos acompañados por los héroes de la historia de este singular país: México.
Flaco es un hombre viejo, rotoso, barbón, con chamarra del ejército, lentes de sol, pantalones gastados y botas militares. Se sube al camión, paga su boleto, camina hacia su asiento. El camión no estaba muy lleno, sólo un grupo de estudiantes de alguna secundaria nocturna, un par de varones y los demás, mujeres. Una anciana que terminando de hacer sus compras en el mercado y ahora se dirige a su hogar.
La cara de Flaco no está limpia. Se sienta en un sillón, en el colectivo, observa por la ventana mientras el camión avanza. El reflejo de su cara atravez de la ventana le da un poco de nostalgia. En los años que duró al frente de combate en la guerra le tocó pilotar un helicóptero y, en cada misión, antes del despegue, se persignaba con su reflejo en la ventana de la cabina.
Comienza a divagar y hablar con su mente, sólo en pensamiento y con la mirada perdida a un lugar fuera del camión.
- A veces que veo a tanta gente, no me alcanza a comprender cómo es que viven mientras el reloj cuenta sus horas, cuenta hacia atrás. Siguen con sus vidas como si no pasara nada. Mientras a nosotros nos mandan a luchar guerras que no nos pertenecen, nos dan la espalda al terminar nuestro servicio. El gran supermercado tira su mercancía, le da al cliente lo que pide, cobra sus facturas... ¿y al final?... sólo queda el raso, el soldado de infantería que es sepultado en tierra común.
Comienza a imaginarse de cuando su utilidad como piloto terminó rápido pues, hambriento de acción pidió su cambio, y tras haber aprobado un curso de adiestramiento, pasó con el pelotón más experimentado, el cual se encontraba en las zonas más conflictivas. 
Éste pelotón tenía la fama de ser el más eficiente, lo mandaban a las áreas de difícil acceso, trabajaron siempre contra tiempo y siempre privados de toda comunicación, este grupo de soldados de elite, cumplían su misión en menor tiempo.
- No hay nada permanente en este malvado mundo, ni siquiera nuestros problemas. A veces siento como que vivo la vida de otro, Dios envía el aliento, el diablo los cocineros, nosotros somos esos carniceros que nadie quiere ser, pero que todos necesitan de uno. Sin saber cuándo nos llegará el final. La expectativa de que alguien salga con vida de aquí son casi nulas. -Sigue pensando. - Sobre todo combatiendo de esta manera. Sólo nos tenemos el uno al otro "La fuerza de una familia como la fuerza de un ejército se funda en su mutua lealtad" Así que no nos queda más que confiar en quien tienes al lado y que este te salvará el pellejo, pero sólo tú sabrás si tu compañero muere por causa tuya. La esperanza es el peor de los males, porque prolonga el tormento de los hombres, hubiera sido más fácil haber muerto en acción. ¿Mi medalla?... Una tumba de honor y mi madre con la bandera de la patria. Ahora regreso peor de como me fui, los pensamientos me atormentan mientras me muevo, el sueño se dispersa a medianoche, los objetos se mueven sin que los toquen. Si no hubiera infierno seriamos como los animales, sin infierno no hay dignidad. No puedo demorar más la aceptación de la realidad, necesito sentirla, tenerla, acariciarla.  Para que la luz brille con tal intensidad, necesita estar presente la oscuridad. Probablemente jamás hubiera conocido mi lado amoroso si no hubiera conocido el odio que puedo generar.
Una vez que los soldados de ese comando sumaron un total de 35 misiones y, después de haber perdido a su capitán en una muerte extraña, se les reubicó en diferentes áreas de la milicia, todas éstas en funciones de inteligencia, detrás de escritorios.
Después de un tiempo de estar misteriosamente sin actividad en su puesto pero, aun así, cobrando su sueldo fueron finiquitados del trabajo uno por uno. Cada elemento de estos fue llevado a su ciudad de origen, seguían cobrando una pensión sin tener que trabajar.
Flaco termina de divagar y regresa a la realidad en el camión, tiene su rostro lleno de sudor, en su mano derecha un cuchillo y con su brazo izquierdo sujeta por el cuello a una señora de avanzada edad a la cual la tiene sometida.
 En el espacio del mismo camión, todos los pasajeros están en el suelo y con las manos en la nuca, algunos llorando, otros en la parte del frente ensangrentados y muertos. La policía rodea al camión que se encuentra en medio de un transitado bulevar, esta con armas desenfundadas y negociando con Flaco.
Mientras tanto, en el espacio exterior, la calma pareciera ser a veces agotadora, no existe desgaste por estar ahí, solamente tener una nave que alcance la altitud necesaria para salir de la órbita terrestre.
Pancho Metralla, hombre de complexión robusta, musculoso, piel blanca, vestimenta de charro, con un sarape viejo encima y deshilachado, sombrero negro, desgastado y empolvado, en las manos usa guantes de piel. Para proteger su identidad usa un pañuelo en la barbilla, este con un dibujo de calavera. Se encuentra navegando por la red. En la tele holográfica llega un boletín anunciando una nueva pesquisa, en esta muestra a Flaco que se recompensa su captura en 1 millón 600 mil créditos. Pancho Metralla solo ve la recompensa.
Pancho alista su transporte anfibio que sale de la nave más grande y se dirige a la ciudad, en la cabecera capital del estado de Baja California.
Aterriza en el techo de un edificio cercano y se reúne con el encargado del operativo que resguarda el camión donde se encuentra Flaco, le dice los pormenores, le da un dispositivo de comunicación para introducirse en la oreja y le indica que espera la luz verde del comandante para actuar en caso de que fallen las negociaciones.
Metralla se acomoda en el techo de un edificio que estaba en las cercanías, esperando anunciar que puede proceder. En la mira de su Barret, arma por excelencia de francotiradores, observa a Flaco. Aún no tiene visión despejada por lo que le es difícil disparar, por el intercomunicador anuncia que aún no está listo.
Los negociantes hablan con Flaco pero no llegan a ningún acuerdo. Flaco grita y llora, él está dentro del camión. Uno de los policías encargados le dice:
- Vamos chico, no queremos problemas, me mandaron a que sea tu amigo, tantas muertes no solucionan nada.- No sé cómo hice esto -le murmura Flaco a la señora que amaga. - ¿Como llegué a esto?, repite llorando pero sin dejar el cuchillo. Voltea a su alrededor y pide perdón, pero cada vez que se disculpa le encaja más el cuchillo a la señora. Esta grita por lo que el negociante trata de corregir su postura, prometiendo más cosas para que no mate.- La mente humana es siempre un misterio, nunca se termina de conocer  -Replica Flaco a su negociante, con lágrimas en los ojos en tono de desesperación - El ser humano hace cosas que jamás creería poder hacer. Yo he sido testigo de eso y responsable de muchas atrocidades que jamás nadie podrá imaginar de este lado del mundo. Y todo para que camiones de este tipo puedan transitar sin problema -finaliza-
El comandante pregunta por radio si ya llegó algún francotirador.
- ¿Quien llegó? -pregunta el comandante-.- Pancho Metralla -contesta por radio-El comandante se seca el sudor y cierra los ojos con fuerza- Ching… no creo que se haga -dice en un pequeño murmuro sin que nadie lo oiga, tapando el micrófono. Activa el radio y dice- Bien, le diré cuando tenga luz verdePancho Metralla  tiene la visión libre observa a Flaco- Pero qué demonios -Dice para sí mismo. - No, no. ¿Por qué?  ¿Qué fue lo que pasó, cómo es que llegaste a esto?
El comandante le da luz verde para disparar, Metralla lo oye por el intercomunicador de su oído.
- Amigo, terminaré con tu pesadilla. Desde ahora descansarás. -Antes del disparo y con la imagen de Flaco en la mirilla, recita la parte del salmo 62, 12-13. - Sólo una cosa ha dicho Dios, dos cosas yo he oído: Que de Dios es el poder y tuyo el amor, mi Señor; que tú pagas a cada uno como merecen sus obras.
Metralla disparó dándole muerte inmediata a Flaco y manchando las paredes del camión de sangre. Pancho agacha la cabeza y da un suspiro de alivio mientras una lágrima recorre su mejilla.
Camina hacia la puerta del edificio y se reúne con el comandante quien le entrega una hoja para reclamar la recompensa.
- Me voy -dice Pancho Metralla-- Que te vaya bien -le contesta Comandante-- No amigo, quiero decir que renuncio -Mientras guarda su arma-- No juegues Metralla, tu eres el mejor para esto, para esto naciste.- Es el quinto elemento que liquido y todos han sido miembros del pelotón en el que estuve, a todos los conocí y eran mis amigos, no quiero saber si algún otro se encuentra en esta situación, hay algo raro en esto y no quiero ser parte. -Se acerca Pancho al comandante hablándole viendo directo a los ojos. - Están enloqueciendo -Replica-.- Tú eres fuerte, ellos eran débiles. -El comandante deja el radio por un lado e invita a sentarse a Pancho-- No esté tan seguro, el que yo esté cuerdo hoy, no es garantía de que mañana no enloquezca - Responde Metralla al comandante sin aceptar la invitación a sentarse-- Y a dónde irás - Pregunta el policía-- Tomaré vacaciones, no te diré a qué lugar para que nadie me busque. -Sonríe Pancho y camina hacia la puerta de salida-.


martes, 7 de junio de 2016

Demencia. Capítulo 2, Relato prohibido de una mente perturbada


Por Gilberto Cruzmanjarrez

Vanesa es la mamá de Michel, ella tiene 23 años y se acaba de graduar de la facultad de comunicación, recién la contrataron en un canal de televisión local. Ayuda en el noticiero nocturno con la sección de actividad paranormal. Va a un lugar que previamente han reportado en su programa como embrujado, investiga, graba y presenta un caso diferente cada semana.
Debido a que su sección es de reciente creación, necesita un camarógrafo de confianza, pensó en Carlos, un compañero de la facultad al cual no le asustan este tipo de cosas, él es pragmático y no cree en lo sobrenatural. Además cuenta con un equipo de primera calidad, el cual no se limita en usarlo.
Vanesa visita a Carlos en su casa y le explica la naturaleza de su sección, a Carlos no le agrada ni le desagrada, el piensa en el trabajo y la paga, está interesado por tenerlo así que acepta.
Una vez que fue contratado por la televisora, Carlos y Vanesa se disponen a efectuar su primera investigación juntos a una casa embrujada que se encuentra en la periferia de la ciudad, en una de las zonas marginadas de Mexicali, Baja California.
Las calles que tienen que transitar para llegar a la colonia están sin pavimentar, en medio de la avenida principal, separando los carriles de ida y regreso hay un canal que alguna vez fue de riego, ahora aloja aguas negras. La gente de ésta zona es pobre, sucia, en su mayoría andan descalzos, hombres, mujeres y niños. Los animales conviven con ellos dentro de las casas, todos sin asear.
Vanesa maneja su carro con precaución pues debido al estado de las calles no puede acelerar, en el camino se topa con animales muertos, casas abandonadas que están banalizadas. Mientras avanzan Vanesa recuerda a su hija y en especial esos días cuando la niña le entregaba un resumen de sus lecturas. Le llegó a la mente cuando le recitó un libro que trataba sobre el estudio del maltrato infantil en la ciudad y sus consecuencias.
En un eco que invade la mente escucha la voz de su hija:
-Se dice que en el mundo gran parte de la población que es pobre y no cuenta con un lugar estable para vivir, tiene niños a su cargo y el impacto que les provoca el dejar sus hogares les afecta gravemente a sus derechos fundamentales de educación, salud y protección. La pobreza infantil produce exclusión social y tendrá grandes consecuencias en el futuro –sigue escuchando el relato de Michel mientras maneja alrededor de un parque público-. Estos problemas ya se han presentado en algunos niños de esta ciudad y sufren situaciones de violencia derivada por los traumas de su carencia económica. “Esta violencia trae, en la mayoría de los casos, problemas de salud mental como: Ansiedad, depresión, abusos y demencia”.
La cámara es capaz de mandar imágenes pero audio no, tienen que poner atención. Se ven sombras delante de ella y cortinas moviéndose. La cámara sigue el movimiento. El cuadricóptero cae al suelo, la batería marca en su último nivel, la cámara sigue grabando pero no puede volar ya.
Vanesa y Carlos se miran las caras,  y ahora ¿quien  irá a reponer la pila? se preguntan. Cada uno da argumentos para que el otro vaya, pero es Carlos quien gana con el argumento de que Vanesa es la del reportaje y si alguien tiene que salir a cuadro es ella quien lo debe de hacer.
Le explica como hacer el cambio. Vanesa entra a la casa y llega hasta el drone, se asoma a la cámara se ve en el monitor de Carlos, voltea bruscamente la cara hacia el interior de una recámara, se lleva una mano al oído y lo golpea un par de veces para luego apuntar a la recámara, mueve la cámara hacia el camino que tomará y apunta a sus ojos con los dedos índice y anular, vuelve a apuntar hacia la recámara.
Los pies de Vanesa se alejan y se encuentran con otros de una niña, la sigue para adentro del cuarto. La pila marca un poco de carga  y la puede echar a volar solo un impulso para quedar en la puerta de la recámara observando los pies de ambas personas.
Se comienza a ver pequeños fantasmas en la pantalla y de manera sorpresiva una cara grotesca y fea aparece en la pantalla. Carlos  se asusta camina hacia atrás y tropieza con piedras que hay en la calle, se levanta, deja de parpadear y se jala los pelos de la cabeza, comienza a dar vueltas en circulo, se mete al carro, se sale de nuevo, no sabe qué hacer.
Se asoma al monitor y no se mira nada, todo es oscuro.
De la cajuela del carro, donde puso su maleta, saca una lámpara. Cuando voltea a la casa hay una niña, es Michel. Carlos no la conoce, ella es la hija de Vanesa. Camina hacia él y le dice que tiene que entrar por su compañera, se ha quedado desmayada a los pies de la cama.
Carlos a paso lento y con sus zapatos sucios y descuidados avanza por la alfombra de la casa. Es imposible evitar sudar y las gotas le escurren por la frente, sin detenerse pasa por la cocina, por la sala, el baño hasta llegar a una de las recamaras.
Sale de la recámara y camina por el pasillo hasta el fondo. Se seca el sudor, camina despacio. Entra a la próxima recámara y Vanesa está tirada en el suelo. Carlos la levanta, la golpea suavemente en la mejilla, Vanesa continúa con los ojos cerrados. Carlos la sube a la cama y Vanesa despierta y se incorpora. Sin pestañear ni parpadear, los ojos viendo a un punto fijo en la pared, Vanesa  comienza a contar una historia.
Vanesa sale de la casa y corre hasta Michel, se abrazan. Le pide perdón a su hija por dejarla tanto tiempo dentro de la casa y le promete no dejarla sola de nuevo.

lunes, 6 de junio de 2016

Demencia, Cap. 1: Michel, mi casa es tu casa


Por Gilberto Cruzmanjarrez

    Los monstruos que habitan en nuestro interior  son tormentos generados por eventos traumáticos de nuestra niñez. Cuando la persona infectada logra desahogarse, estos seres malignos no se van, se alojan en una parte muy escondida de la mente esperando una oportunidad para salir.

    Michel es una niña de 9 años, ella es una pequeña muy especial, diferente a sus compañeros de escuela. Mientras a ellos se les dificulta poner atención en clase y no respetan a sus padres, Michel tiene una absorción del conocimiento fuera de lo común. Debido a esto, su madre la pone a leer después de la escuela, comer y hacer su tarea. La lectura es un pasatiempo que adquirió con la señora que la cuida, aunque ella no lee, tiene muchos libros. Su marido es recolector de historias, lee  un libro y lo vuelve a escribir de manera diferente, le agrega hojas, lo imprime y lo vende en un local que tiene en el mercado sobre ruedas.

    Dentro de la casa de Michel, desde hace tiempo, todo se ha tornado gris en su entorno, los colores ya no son tan vívidos como antes, una delgada capa de polvo flota en el ambiente. La madre tiene varios días que no la lleva a la escuela, sin embargo la pone a trabajar en sus lecturas. Se despierta para desayunar, lee, duerme y se despierta de nuevo para repetir la misma dinámica una y otra vez.

    La niña lee por igual libros sobre cuentos, relatos y novelas, matemáticas y ciencias sociales pero los que más le gustan son los de terror. Escritos que hablen de monstruos, fantasmas y seres extraños. También tiene una predilección por libros teológicos y es por eso que no se asusta con facilidad.

    Todas las noches se despierta a las 3:15 de la mañana para ir al baño, escucha ruidos en la cocina, no les hace caso y sigue su caminar para hacer sus necesidades, regresa a la cama y duerme. A la mañana siguiente, cuando despierta, su madre ya está con el plato del desayudo en la mesa. Michel se sienta y no prueba bocado.

    Preocupada, la niña le pregunta a su madre por el motivo de que todos los días se levante en la madrugada a lavar los platos, voltean ambas mujeres al lavadero de la cocina y aún está repleto de trastes sucios. La madre siempre tiene la cara de enfado y esa pregunta le desespera más.

-Yo no he despertado desde que me acosté en la noche -responde la madre sin crear más polémica.

    La niña termina su desayuno y se recuesta de nuevo hasta despertarse a las 3:15 de la mañana siguiente, se levanta y va al baño, al pasar por la cocina vuelve a oír ruidos y se asoma. Observa la silueta de una persona que parece de mujer, no se distingue bien. De nuevo piensa que es su madre. Hace sus necesidades y se recuesta para terminar con su descanso.

    A la mañana siguiente la espera su madre en la mesa en la misma posición con el mismo plato y la misma ropa puesta, se asoma al fregadero y la misma vajilla sin lavar ocupa el espacio del lavabo. Trata de ocultar su asombro con palabras bonitas para con su madre, sin embargo a esta no se le quita el enfado. Reacciona de tal manera como si alguien manipulara su voluntad.

    Cada día tiene su receso, aunque Michel se encuentra perdida en un tiempo congelado, tiene la noción de lo que sucede mientras está despierta. En esos recesos la visitan niños, unos salen de las paredes y otros del techo. Son seis y cada uno tiene una peculiaridad que lo hace distinguirse al resto.

    Al primero le llaman Íra; Él siempre está enojado y le escurre espuma de la boca. Está pálido como la harina y con las uñas largas puede llegar a desgarrar la piel, aparte de ser recipiente de ese pecado mortal, es egoísta.

    El segundo sale del techo y le dicen Gula, este niño se mete a la boca todo lo que encuentra y lo devora, carece de dientes y en sus encías desgastadas se puede ver parte de los huesos de la mandíbula, cada que trata de morder algo lo raspa con estos huesos y lanza un alarido de dolor brotándole sangre de sus ojos.

    Otra de las pequeña criaturas le gusta mucho dormir, entre todos los niños se esfuerzan por mantenerlo despierto pues, cuando se encuentra en el sueño profundo, exterioriza sus pesadillas. Estas pesadillas no se manifiestan en monstruos que acechan si no, lo que aparece es un hoyo negro que traga todo lo que se interpone a su paso obligándolos a no existir.

    Otros tres niños se juntan con Michel para ser en total seis, necesitan una más para completar los siete pecados capitales. El más grande tiene un hoyo donde se supone tendría el corazón y, no obstante no tener ese músculo, le brota la sangre a borbotones. Si acercas los oídos puedes oír latir el corazón, sin embargo el corazón no se ve por ningún lado.

    Entre todos rodean a Michel y la tratan de atormentar para hacerla entrar a la locura. Tienen el poder de desfasar el audio con el movimiento de su boca, hacer ruidos de sufrimientos e imitar los sonidos tiernos y siniestros de palabras que dice su madre.

    Michel, refugiada en el mundo maravilloso de las letras, recuerda las fantásticas historias de alguno de los libros que ha leído y con esto logra un día más de cordura. Cuando más se recrudece el tormento de estos demonios disfrazados de niños, intempestivamente se detienen y desaparecen para que Michel vuelva a despertar por la mañana, su madre le sirva el desayuno y así por la eternidad.

    De esta manera pasaron los días y nada cambió, el par de damas no han visto la luz del día, ni siquiera les visita nadie, no salen al mercado, el reloj siempre marca la misma hora y la alacena no se vacía. Michel sabe que algo no está bien, pero trata de llevar su vida como si nada extraño pasara tiene fe de que algún día se le revelará en qué situación se encuentra.

    Por lo pronto le da un beso a su madre y duerme. No sin antes hacer su oración. Una vez que ha llegado el sueño repasa las historias de los textos leídos y en un eco se escucha su propia voz a lo lejos, pero dentro de su mente relatando cada paso de los cuentos.

    Michel responde a una situación difícil meditando lo aprendido en los libros que lee, como una manera de escapar de la realidad siempre que ésta no le gusta.

Demencia Capítulo 2